Más de 3 semanas, específicamente desde el 15 de agosto, tiene el país bajo lluvias prácticamente continuas, con poca tregua de por medio. El festival de tormentas y huracanes de una temporada ciclónica muy activa comenzó con Fay, que se formó prácticamente encima de nosotros. Luego de eso vinieron los embates de Gustav, Hanna e Ike.
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Si bien esos últimos tres fenómenos no afectaron de manera directa a la República Dominicana, lo cierto es que lluvias torrenciales, ráfagas de viento y tronadas no han faltado. El domingo el país entero estuvo bajo lluvia por efecto de las bandas dejadas por Ike; desde la noche del lunes es una vaguada la causante de la tormenta eléctrica que despertó a más de uno en la madrugada.
Calles anegadas, troncos en el suelo, cables caídos, problemas energéticos, personas desplazadas, cosechas perdidas. Estos son los efectos de tanta agua que ha caído en las últimas semanas. Por lo menos el saldo de muertos en el país mínimo, sobre todo si se compara con temporadas ciclónicas anteriores, indicio de que los organismos de socorro están haciendo su trabajo. Como quiera que sea, ya los suelos están saturados de agua, y eso es un gran problema.
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Muchos achacan la intensidad de estas tormentas y huracanes al calentamiento global, un tema que aún no se toma 100% en serio. Aún cuando sea cierto que a nivel mundial los daños y pérdidas por concepto de estos fenómenos aumentan en la medida en que hay más gente y edificaciones en el camino de la tormenta, no deja de preocupar la ferocidad de estos fenómenos, que parece ir en aumento cada año.
En lo que se toma conciencia del cambio climático y se determina si realmente tiene que ver una cosa con la otra, tan solo podemos hacer una cosa: mantenernos al tanto de la formación de posibles huracanes y tomar las previsiones de lugar.
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