Caminando por Villa Altagracia, específicamente por Los Ganchos, justo en la frontera con Bonao, aprendí varias lecciones. La caminata tuvo por objetivo llegar hasta la cima de una loma para reforestar con acacias y pinos occidentales, iniciativa de la Dirección de Prensa de la Presidencia para contribuir con la recostrucción del país tras el paso de la tormenta Noel.
Técnicos de la Secretaría de Medio Ambiente que nos acompañaron en la jornada dieron toda clase de valiosas informaciones respecto al rol que juegan los árboles y los beneficios económicos que nos pueden brindar. Pero de todo lo que se dijo, algo me impactó profundamente.
A medida que avanzábamos en dirección a la loma, tuvimos que enfrentar muchos obstáculos: pendientes, bajadas peligrosas, ríos y, sobre todo, mucho lodo. Había un tramo específico donde el terreno era un completo lodazal, y la caminata se hizo prácticamente imposible. Tan malo era el terreno que con cada paso nos hundíamos más en el fango, al punto que en más de una ocasión los pies amenazaban con salirse de los zapatos y abandonarlos para siempre en el lodo.
El técnico que nos acompañaba, al ver la dificultad que experimentábamos, nos explicó que ese lodazal había sido producto de un deslizamiento de tierra provocado por la tormenta Noel, y que tal cosa ocurrió precisamente por no haber árboles en ese tramo. Tremenda lección. Apoyemos siempre la reforestación del país, que evidentemente es muy beneficiosa para todos.
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