Con sorpresa y pesar vi ayer la noticia del asesinato de la ex primera ministro pakistaní Benazir Bhutto, quien con gran valentía regresó a su país en octubre pasado tras ocho años de exilio voluntario. Destituida del cargo de primera ministra en dos ocasiones por acusaciones de corrupción que en todo momento fueron negadas, la trayectoria política de Bhutto es digna de un análisis.
Con el brutal asesinato de Bhutto se esfuman las esperanzas de una reforma política y social en Pakistán, país que por años ha sufrido los embates de la ley marcial, grupos extremistas, choques entre facciones religiosas, terrorismo, dictadores e inestabilidad política en general. Carismática y con mentalidad occidental, muchos fueron los logros de Bhutto, quien siempre mantuvo relaciones cordiales con Occidente, sin llegar a extremos.
Benazir Bhutto fue la primera mujer musulmana en ser primera ministra de un país, y se presume que por su popularidad y línea de pensamiento fue acusada injustamente de corrupción cuando su esposo cayó preso por esa misma causa. A los ojos de los extremistas ella representaba un peligro. Cuando regresó en octubre a Pakistán, el recibimiento fue un atentado, presumiblemente dirigido por el actual presidente, Pervez Musharraf, quien llegó al poder tras un golpe de estado en 1999.
Musharraf, quien en 2001 se alió a Estados Unidos en la lucha contra Al-Qaeda, es visto como el principal responsable del asesinato de Bhutto, sobre todo ahora que se ha revelado que en un correo póstumo Bhutto lo acusa de su eventual asesinato. De por sí, Musharraf está en posición incómoda, porque se le acusa de desviar fondos entregados por EE.UU para la lucha contra el terrorismo en favor de preparativos para una posible guerra contra India. Y ahora que el pueblo ha reaccionado con violencia ante la muerte de Bhutto, se espera lo peor.
La conclusión generalizada es que Bhutto se sacrificó por su país. Las consecuencias de su asesinato están a la vista: más inestabilidad en Pakistán y todo Medio Oriente y alzas en el precio del petróleo. La guerra y el terrorismo no conducen a nada bueno, pero estos países extremistas parecen no entender esa idea. Bhutto es ahora el escudo de moralidad que los pakistaníes usarán para luchar por reformas justas.
Eso es lo que perdemos, gente como ella. Mientras que los malos salen ganando. ¿Por qué el mundo no puede ser como los cómics?
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