Hemos empezado el 2008 con dos situaciones que tienen impacto a nivel mundial: nuevas alzas en los precios del petróleo y un clima cada vez más errático. Ambas situaciones vienen de lejos, pero en uno y otro caso, la mayoría de la gente tiende a hacer caso omiso, a pesar de que las consecuencias están ahí.
El barril de petróleo alcanzó brevemente la barrera piscológica de los 100 dólares, y aunque bajó de ahí, se mantiene peligrosamente cerca. Y en cuanto al clima, otra tormenta subtropical -que afortunadamente nunca representó peligro para el país- se formó días atrás. Pero la cosa no queda ahí: ahora nos topamos con la noticia de que Florida registra actualmente temperaturas bajo cero y que un frente frío se dirige hacia el Caribe.
Cierto, no es la primera vez que los cítricos de la Florida se congelan en invierno, pero desde hace meses se ha notado un patrón errático en el clima a nivel mundial, con tormentas que se forman fuera de época, lagos que desaparecen, fenómenos atmosféricos cada vez más agresivos y nevadas asesinas, particularmente en Estados Unidos.
Muchos expertos en asuntos climáticos han sonado la alarma y culpan directamente al calientamiento global por toda esta situación. Pero los grandes países siguen sin tomar una decisión respecto a la reducción de emisiones de gases tipo invernadero y otras cuestiones. En el interín, los países más pobres y los que menos contribuyen a la contaminación son los que más sufren. Vaya paradoja.
Respecto al petróleo, la situación es cada vez más crítica. Pero no se vislumbran cambios sustanciales en los hábitos de consumo y los países productores de petróleo no ayudan con sus constantes amenazas de recortes en la producción. Se prevé que vienen tiempos muy turbulentos y de declive en las economías mundiales. Un escenario fatalista como este debe ponernos a pensar y reflexionar antes de que sea muy tarde.
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