Imagen: blog Aofies Notebooks |
A veces da la impresión de que el chisme forma parte del ADN de la humanidad porque lo cierto es que la mayoría de la gente disfruta de un jugoso chisme, ya sea que se trate del vecino del frente, del jefe, una vieja amistad o alguna celebridad de esas de moda.
Hay gente que se limita a escuchar o leer los chismes que otros cuentan. Otros se dedican a difundirlos, ya sea a través de revistas, blogs, redes sociales o en vivo, en conversaciones coloquiales o tertulias entre amigos.
Habrá quien diga que el chisme entretiene, prueba de ello es la cantidad de programas de TV en Estados Unidos y Europa que se dedican a desmenuzar la vida privada de artistas con la ayuda de fotos furtivamente captadas por osados paparazzi y declaraciones sonsacadas a allegados de la víctima. Esta clase de programas tiene un seguimiento tan grande que en la RD el formato ha sido copiado y adaptado a las figuras locales.
A pesar del supuesto entretenimiento asociado al chisme, hay que saber que la profesión de correveidile es una que conlleva sus riesgos. Hay gente que se pone a contar cosas sin saber las consecuencias que ello pudiera desatar.
Un caso común es el típico chisme que apunta a infidelidad, mejor conocido como "cuernos" en el lenguaje coloquial. Hay gente que se pone a mandar fotos al afectado, ya sea porque quiere evitarle sinsabores a su amigo, porque le tiene envidia a la relación o simplemente porque le gusta un can. Independientemente de las buenas (o malas) intenciones asociadas al gesto, las consecuencias que pudieran derivar de esta revelación nadie las conoce.
Hay gente que lo coge suave, que analiza la situación y habla con su pareja para saber en qué pie está parada. Algunos no le hacen caso, prefiriendo ignorar la información suministrada, otros más deciden poner a la pareja a prueba y un porcentaje reacciona violentamente. Tristemente son muchos los casos de mujeres y hombres heridos/asesinados por una pareja celosa que se enteró a través de un tercero de una supuesta infidelidad.
Quiere decir entonces que por una persona estar haciendo de correveidile, metiéndose en lo que no es de su incumbencia, ocurren tragedias. Este tipo de consecuencias es difícil de prever por el mero hecho de que la gente es impredecible. Mientras unos pagan con su vida y otros deben responder por sus actos ante la justicia (en caso de no haberse matado también), el correveidile queda solo en una esquina, atrapado por su propia conciencia, que no lo deja quieto con el remordimiento.
Gorra y zapato de Chris Guerra en la escena de la tragedia (Daily Mail) |
No solo el correveidile aficionado enfrenta riesgos, los profesionales también. Tómese el caso de los paparazzi. A lo largo de los años se han visto incidentes entre estos personajes y las estrellas a las que acosan sin piedad con el resultado de cámaras rotas, demandas y golpizas. Quizás el ejemplo más dramático del riesgo asociado a ser un correveidile profesional sea el caso de Chris Guerra, un fotógrafo de 29 años que murió arrollado en Los Angeles tras tomar fotos al automóvil de Justin Bieber.
Cierto es que no todos los paparazzi terminan de manera tan trágica, pero los hechos hablan por sí solos. Bieber ha expresado su lamento ante el caso, a pesar de no estar involucrado directamente en la muerte de Guerra (ni siquiera estaba en su vehículo en ese momento), y aprovechó para insistir en que se legisle para controlar las acciones de esos fotógrafos.
Otro ejemplo contundente, a pesar de las tantas teorías de conspiración que rodean el caso, es la muerte de la princesa Diana de Gales en un choque en París mientras escaba del acoso de los paparazzi.
¿Conclusión? Ser correveidile no deja nada bueno. Fin.
Si a los paparazzi tienen que ponerle control, invaden la vida de las estrellas hasta acabar con ella. Hola Rocio att. Hichez.
ResponderEliminarEso de chismear es una "profesión" muy licrativa. Los papparazi tienen los mejores equipos de audio, video y fotografía. Son verdaderos espías privados.
ResponderEliminarPero los chismosos de patio atrás no se quedan. Es un mal imposible de palear a menos que la gente deje de prestarle atención a esos chismes. Y eso... no va a pasar.