Según los libros que tratan el tema, servicio al cliente es una de las facetas más importantes de todo negocio, pero aquí en República Dominicana parece que los dueños de establecimientos no se han dado cuenta.
Desde compañías de servicios telefónicos hasta hoteles y restaurantes, el servicio deja mucho que desear, sobre todo en días "especiales", como el de ayer. Por años he tenido la política de no salir en San Valentín porque los sitios están abarrotados, pero ayer, para hacer algo diferente, un grupo de amistades nos juntamos en un moderno restaurante de la ciudad.
Lo primero, para asegurar el cupo, fue hacer una reservación. Finas atenciones de parte de quien tomó los datos, quien incluso llamó en la mañana para confirmar la hora y nuestra asistencia. Cuando llegamos, las atenciones fueron cordiales: se nos condujo hasta la mesa y se nos dio la bienvenida. El problema fue a la hora de la comida. Primero, no aparecía quien tomara la orden, y cuando finalmente apareció, se equivocó en sus anotaciones.
Cuando se le reclama por haber llevado el platillo equivocado, el señor, quien es el capitán de los camareros y la única persona autorizada para tomar las órdenes (que absurdo), desafía a quien da la queja al decir en tono socarrón que el plato que no llegó no existe. Ahora, estimado lector, imagine la sorpresa cuando el comensal le voltea el menú y le señala con lujo de detalles el plato que pidió originalmente. Una verdadera metida de pata que arruinó una parte importante de la noche.
En el caso específico de los restaurantes sobra la pregunta: ¿para qué anotan? A fin de cuentas, meten la pata a cada momento, sin importar lo caro o barato que sea el lugar. Aprovecho para sugerir a dueños de restaurantes agilizar los procesos cuando el establecimiento esté lleno. Es ridículo que se forme un cuello de botella porque solo una persona puede tomar la orden. Tanto el cliente como el establecimiento sufren.
Desde compañías de servicios telefónicos hasta hoteles y restaurantes, el servicio deja mucho que desear, sobre todo en días "especiales", como el de ayer. Por años he tenido la política de no salir en San Valentín porque los sitios están abarrotados, pero ayer, para hacer algo diferente, un grupo de amistades nos juntamos en un moderno restaurante de la ciudad.
Lo primero, para asegurar el cupo, fue hacer una reservación. Finas atenciones de parte de quien tomó los datos, quien incluso llamó en la mañana para confirmar la hora y nuestra asistencia. Cuando llegamos, las atenciones fueron cordiales: se nos condujo hasta la mesa y se nos dio la bienvenida. El problema fue a la hora de la comida. Primero, no aparecía quien tomara la orden, y cuando finalmente apareció, se equivocó en sus anotaciones.
Cuando se le reclama por haber llevado el platillo equivocado, el señor, quien es el capitán de los camareros y la única persona autorizada para tomar las órdenes (que absurdo), desafía a quien da la queja al decir en tono socarrón que el plato que no llegó no existe. Ahora, estimado lector, imagine la sorpresa cuando el comensal le voltea el menú y le señala con lujo de detalles el plato que pidió originalmente. Una verdadera metida de pata que arruinó una parte importante de la noche.
En el caso específico de los restaurantes sobra la pregunta: ¿para qué anotan? A fin de cuentas, meten la pata a cada momento, sin importar lo caro o barato que sea el lugar. Aprovecho para sugerir a dueños de restaurantes agilizar los procesos cuando el establecimiento esté lleno. Es ridículo que se forme un cuello de botella porque solo una persona puede tomar la orden. Tanto el cliente como el establecimiento sufren.
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