Ah, la dicha de tener tiempo libre. Cero presiones para salir de compras, dormir, ejecutar proyectos personales, leer un buen libro, ejercitarse, pasear y mil cosas más. Por par de días, y quizás hasta por semanas, la situación es realmente agradable. Pero...
Con el paso del tiempo, nos vamos aburriendo de hacer nada, sin ninguna duda. Dicen que una mente ociosa es el campo de juegos del Diablo, y después de obervar durante meses el extraño comportamiento de un vecino, concluyo que eso es muy cierto.
No tener oficio induce a la soledad, a pendenciar, a seguir de cerca los movimientos de cualquier cosa que ronde el ambiente, a desarrollar habilidades detectivescas -aunque pésimas- y a poner en zozobra al resto de la humanidad. El exceso de tiempo libre mal usado conduce a la improductividad, al aburrimiento, la desidia, y, quien sabe, quizás hasta la locura. Ciertamente nadie quisiera acabar así voluntariamente... ¿o sí?
Todo en esta vida cansa, hasta de estar comodo se cansa uno y siente la necesidad de coger un chin de lucha.
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