El calentamiento global es una realidad que cada día se hace más palpable con fenómenos atmosféricos extremos en todas partes del mundo. República Dominicana no escapa a esta situación, y de hecho, en los últimos meses hemos visto los daños causados por lluvias excesivas en el noroeste, así como los efectos de un tornado en Dajabón y un ventarrón en Montecristi.
Un vistazo a los periódicos nos habla de la realidad ambiental del país: los pocos ríos que quedan cada vez más explotados y contaminados, tala y quema indiscriminada de árboles -incluso en áreas protegidas-, manejo inadecuado de desechos sólidos, escasez sistemática de agua, planes de rescate de ríos que nunca arrancan y un largo etcétera.
Mucho se habla de estos temas, y sobre todo, muchas comparaciones se hacen con Haití, donde actualmente menos del 2% del territorio está cubierto por bosques, comparado con 60% en 1923. Esta severa deforestación es el fruto de la dependencia de madera y carbón como fuentes de energía, lo que a su vez ha provocado erosión del suelo, impidiendo las actividades agrícolas en gran parte del territorio. De paso, la inestabilidad política que vive Haití desde hace décadas ha dado al traste con planes de reforestación y reformas.
República Dominicana aún no alcanza niveles tan alarmantes de deforestación, pero de seguir las cosas como van, bien podría ser este nuestro destino.
Considerando que el tema siempre está sobre el tapete, ¿cómo es que no tomamos conciencia de la realidad? Por una parte, está el factor ignorancia. Mucha gente no lee periódicos ni se entera de estas cosas. También se da el caso de gente que sencillamente no entiende, gente que ve a los árboles como un estorbo o una pérdida de tiempo y espacio, sin ver los beneficios asociados: da sombra, contribuye a disminuir la contaminación, absorbe una parte del ruido y provee alimentos (o belleza, no siempre dan frutos). Pero la peor clase de gente es la sabe de estas cosas, pero las ignora de todas maneras porque solo les interesa obtener un beneficio, que es el caso de los que se dedican a extraer materiales de los ríos.
Se señala a las escuelas y colegios como culpables de la falta de conciencia entre los niños de hoy, pero hay que recordar que la educación comienza por casa. En el caso del medioambiente, esto debe ir reforzado por una activa campaña de parte del Gobierno, que a su vez debe mostrar su compromiso con la causa.
Un vistazo a los periódicos nos habla de la realidad ambiental del país: los pocos ríos que quedan cada vez más explotados y contaminados, tala y quema indiscriminada de árboles -incluso en áreas protegidas-, manejo inadecuado de desechos sólidos, escasez sistemática de agua, planes de rescate de ríos que nunca arrancan y un largo etcétera.
Mucho se habla de estos temas, y sobre todo, muchas comparaciones se hacen con Haití, donde actualmente menos del 2% del territorio está cubierto por bosques, comparado con 60% en 1923. Esta severa deforestación es el fruto de la dependencia de madera y carbón como fuentes de energía, lo que a su vez ha provocado erosión del suelo, impidiendo las actividades agrícolas en gran parte del territorio. De paso, la inestabilidad política que vive Haití desde hace décadas ha dado al traste con planes de reforestación y reformas.
República Dominicana aún no alcanza niveles tan alarmantes de deforestación, pero de seguir las cosas como van, bien podría ser este nuestro destino.
Considerando que el tema siempre está sobre el tapete, ¿cómo es que no tomamos conciencia de la realidad? Por una parte, está el factor ignorancia. Mucha gente no lee periódicos ni se entera de estas cosas. También se da el caso de gente que sencillamente no entiende, gente que ve a los árboles como un estorbo o una pérdida de tiempo y espacio, sin ver los beneficios asociados: da sombra, contribuye a disminuir la contaminación, absorbe una parte del ruido y provee alimentos (o belleza, no siempre dan frutos). Pero la peor clase de gente es la sabe de estas cosas, pero las ignora de todas maneras porque solo les interesa obtener un beneficio, que es el caso de los que se dedican a extraer materiales de los ríos.
Se señala a las escuelas y colegios como culpables de la falta de conciencia entre los niños de hoy, pero hay que recordar que la educación comienza por casa. En el caso del medioambiente, esto debe ir reforzado por una activa campaña de parte del Gobierno, que a su vez debe mostrar su compromiso con la causa.
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