El sol, fuente de luz por excelencia, fijador de vitamina D en nuestros cuerpos y algo necesario para la sobrevivencia de humanos, plantas y animales. A pesar de sus beneficios, se aconseja cautela cuando se realizan actividades al aire libre porque una exposición prolongada está asociada no solo a envejecimiento prematuro, sino al desarrollo de distintos cánceres de piel, siendo melanoma el principal entre ellos.
Mucha gente hace caso omiso a estas advertencias, prefiriendo pasar horas bajo el sol con tal de obtener un buen bronceado. A juzgar por la cantidad de personas que se pasean por las playas con espaldas al rojo vivo, tal parece que todavía hay muy poca conciencia sobre los daños que provoca el sol en exceso, con el agravante de que esta ignorancia a veces trae problemas a quienes sí estás conscientes de la situación.
¿Qué tan dañino puede ser el sol? Tómese el caso de
Val Coupes, una británica de 34 años que tiene cáncer de piel terminal. Lo que hace la historia de Val algo dramático es el hecho de que el cáncer está relacionado con una visita que hiciera a Tenerife junto con su familia hace 27 años. En esa ocasión, Val, entonces de 7 años, sufrió una insolación que le produjo ampollas en la espalda.
En 2002, un lunar aparecido en su omóplato hizo que Val fuera al médico. El diagnóstico: melanoma maligno. En consecuencia, el lunar fue extirpado, junto con 4 pulgadas de piel para asegurar que no quedaran células malignas.
Después del episodio, Val decidió protegerse aún más del sol, lo que implicaba el uso diario de un factor de protección de 50 y chequeos de rutina. Sin embargo, ello no fue suficiente: en febrero del año pasado, mientras se hacía un autoexamen, Val se sintió una protuberancia en su axila derecha. ¿Cáncer de mama? No, melanoma, todo asociado a aquel día en la playa.
Moraleja: con el sol no se juega.
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