Exagerar es fácil. Tan solo basta con ver una situación cualquiera con pasión desbordada para que la exageración tome efecto y termine arropando todo.
En estos días hemos visto dos extremos de exageración: el ahora famoso video de Francesca ("ánimo, ánimo, ánimo") y el tema de nunca acabar, Haití. Ambos casos no guardan relación entre sí, siendo su único vínculo que involucra a los dominicanos de una forma u otra.
Veamos. Francesca, una niña de 13 años de ascendencia domínico-italiana que al parecer no vive en el país, hizo un video con la ayuda de su padre, el cual fue subido a YouTube. En el mismo se ve a una joven un tanto tímida cantando y bailando una bachata que aparenta ser de su autoría. El video toma lugar en una playa, aunque a veces solo hay un fondo blanco. Por su parte, Franchesca está vestida con ropas multicolores, repitiendo "ánimo, ánimo, ánimo" de manera a veces poco entusiasta.
¿Qué tiene de especial este video? NADA. Francamente, se ven cosas peores en televisión y en YouTube, muchas de ellas sin alcanzar el grado de euforia que ha logrado Francesca con un solo video. Desde hace aproximadamente dos semanas no cesan los relajos, memes y burlas en torno al "ánimo, ánimo, ánimo", algo que en cierto modo recuerda la conmoción causada por "Friday" y Rebecca Black en Estados Unidos hace unos años.
Una blogger dominicana que cubre temas de tecnología, Amandysha, opina que los casos de Rebecca Black y Francesca guardan cierta similitud y que es posible que en ambos casos no se haya tratado de algo accidental, sino más bien una estrategia para sacar provecho a la reacción del público, aún sea negativa. Siendo el caso que hasta se ha anunciado una gira de Francesca, estoy por pensar que Amandysha tiene razón.
Siguiendo con el otro caso, Haití, la alharaca que se ha armado en torno a la reciente decisión del Tribunal Constitucional no tiene ejemplo. Hasta los que no leen periódicos ni ven noticias tienen una idea de qué va el escándalo: se decidió que hijos de extranjeros nacidos en el país no son dominicanos. Lógicamente, aún cuando no menciona la palabra "haitianos" por parte, se interpreta que esta es una decisión poco favorable para ellos.
Los análisis que han surgido a raíz de esta decisión van de lo sensato a lo ridículo. Hay quienes se han puesto a teorizar que esa decisión del Tribunal Constitucional despoja de la nacionalidad dominicana a prominentes e ilustres personajes de nuestra historia. Otros más se han puesto a escarbar el origen de nuestros apellidos y hay quienes han llegado tan lejos que hasta relajan públicamente a quienes no son "netamente" dominicanos (¿y existe tal cosa? Hay aquí toda clase de mezclas).
¿Debemos considerar como dominicanos a gente que no tiene papeles porque sus padres entraron ilegalmente y nunca hicieron el esfuerzo de legalizar su situación? ¿Qué pasaría si esas personas no enderezan su estatus? ¿Cómo se enfrenta una situación como esta en otros países? ¿Realmente sólo afecta a haitianos esta decisión?
Este tema es sumamente complejo, y, sobre todo, delicado, por lo que implica. Donde quiera que figura Haití hay que andar con extremo cuidado porque el tema tiende a ser sobredimensionado. Si lo analizamos desde un punto de vista lógico, República Dominicana está pagando hoy la flojera de sus autoridades en lo que respecta a controles migratorios.
La principal migración que recibimos es haitiana, por razones que ya conocemos. Históricamente la RD se ha hecho de la vista gorda ante la evidente migración ilegal haitiana, en parte porque es más fácil eso que lidiar con la presión internacional que suele acompañar cualquier intento de deportar y poner orden en ese sentido. ¿Qué es injusto dejar a un reguero de gente en un limbo legal por carecer de papeles? Sí. Pero es también injusto que se pretenda cargar el dado únicamente a la RD en lo que concierne a Haití y su interminable situación político-socioeconómica.
No hay salida fácil en este caso, y mientras se exagera la cosa, más difícil se hace lidiar con el mismo. Las cosas deben verse con la cabeza fría, sin apasionamiento, para poder actuar de manera sensata.
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