Tenemos dos semanas o más con la cantaleta del pollo. Que si está caro, que si están especulando, que si hay escasez, que si es injusto el precio, que si los productores están abusando y el largo etcétera que suele acompañar a estas situaciones.
Imagen: periódico el dominicano on line |
Desconozco el precio habitual del pollo porque no consumo eso, y sí, ya sé lo que están pensando: que yo soy "rara", que me estoy perdiendo de un manjar, que yo no sé lo que es comer, todo eso acompañado de la clásica pregunta "¿y qué tú comes?" Bien. El punto de este artículo no es ese, sino que desconozco el precio regular o justo del pollo, pero una cosa es cierta: la especulación, el agiotaje y otras formas de abuso hacia el consumidor han existido siempre.
Veamos el comportamiento histórico de la población y el mercado cuando se informa que hay escasez de un producto X: pánico, seguido de una escasez que aunque no sea real se siente real y unos precios por las nubes que se justifican por la escasez aquella. Ha pasado con el azúcar, con los combustibles, con el pan de telera en navidad y ahora con el pollo.
Sean justificados o no los altos precios, la gente lo que tiene que hacer es dejar de consumir el producto con el que están jugando, en este caso el pollo. Yo sé que para mucha gente el pollo constituye su alimento mañana, tarde y noche, quizás por costumbre, por ignorancia o por orgullo (no hay cosa más rara que la gente, así que esto último es una razón para algunos válida), pero, en todo caso, es una buena idea reducir su consumo por dos motivos: primero, para darle una lección a los productores, y, segundo, por un asunto de salud.
Como en este país no se lleva estadísticas de nada es difícil determinar el consumo real de pollo, pero en base a conversaciones coloquiales del día a día se sabe que es mucho y que en algunos casos constituye la base de las tres comidas, ya sea frito, asado, desmenuzado, con piel o sin piel. La triste realidad es que el pollo, al igual que muchos otros alimentos de producción masiva, ha sufrido una transformación en el proceso y ahora, con tal de responder a la demanda a tiempo, los productores se valen de medios artificiales para hacerlos crecer y engordar.
No entraré en los detalles de eso porque es un tanto grotesco y no es la idea asquear a los lectores, pero sí es bueno saber que ese pollo que se come la gente está haciendo bastante daño por efecto de las hormonas y demás cosas raras que se usan para engordarlos. Conozco varios casos de personas que han ido al médico y que como parte del tratamiento le eliminan el pollo de su dieta diaria. Esto incluye a hombres, mujeres y jóvenes con los más variados problemas, desde colesterol alto hasta quistes y otras enfermedades más específicas.
Tampoco es la idea con este artículo espantar a la gente o crear una alarma innecesaria. Mucho menos perjudicar a los productores de pollo. Pero, como va la cosa, ya que ellos insisten en venderlo caro, es mejor dejar de consumirlo, aún sea por uno o dos días, y ser felices mientras tanto con cualquier otra cosa. De paso es posible que su salud se lo agradezca.
Querida, no te preocupes que la gente seguirá comiendo pollo, sin importar las hormonas que le echen. Pero estoy de acuerdo contigo. Yo tampoco como pollo.
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