Imagen: blog "Can I write for a living?" |
Todos hemos sido víctimas en algún momento del efecto Ringelmann, aquel que explica por qué el trabajo en equipo no pasa de ser una farsa la mayoría de las veces. En efecto, Ringelmann, con sus experimentos, demostró que en una situación de trabajo en grupo habrá dos o tres que cargarán con el trabajo pesado, mientras que el resto se arrimará pensando "deja que sea otro el que se faje, yo solo haré creer como que estoy haciendo algo".
El efecto es harto conocido, y aunque poca gente se atreve a hablar mal o en contra del trabajo en equipo, a nivel individual y personal muchos de nostrosos estamos convencidos de que realmente es un enfoque que no funciona del todo, sobre todo cuando es a la fuerza.
No estoy diciendo que todo debe hacerse en plena soledad, sin buscar ayuda o refuerzos. No se trata de eso. Aquel refrán que dice "la unión hace la fuerza" es certero, y en este contexto pudiera parecer una contradicción a lo expuesto más arriba. Sin embargo, hay un elemento que muchas veces es ignorado en historias de éxito donde la unión efectivamente hizo la fuerza: deseo colectivo y espontáneo.
Sí. Cuando la gente hace las cosas porque así lo quiso, sin ningún tipo de presión externa, todas las piezas parecen caer como por arte de magia y se logra con relativa facilidad aquello que se propuso al principio. Se da en empresas, en juntas de vecinos, en clubes recreativos e incluso dentro del propio hogar. No es lo mismo que un profesor obligue a un joven a leerse "El Quijote" a que nazca de él mismo esa decisión. En un primer caso, por ser forzado, las quejas lloverán. En el segundo no encontrará horas suficientes en el día para leer.
De acuerdo a lo que estoy planteando aquí, la motivación personal e individual es el elemento que realmente hace que las cosas funcionen. El ejemplo del joven estudiante puede aplicarse al entorno laboral con los mismos resultados, y es de hecho la razón por la que hay un estereotipo de empleado desganado que hace las cosas mecánicamente, sin importarle el resultado final. Se exige en las empresas "dar más del 100%", pero cuando no hay motivación ese desempeño no llega ni a 30%, y en eso es que falla la mayoría de los jefes.
Hay en muchos lugares de trabajo una atmósfera intoxicante, pesada, donde el culto al jefe es lo único que vale y donde realmente no hay espacio para crecer ni aportar. ¿Cómo se espera que una persona se sienta motivada o estimulada a dar la mejor de sí en este ambiente? Simplemente no ocurrirá nunca. Ciertos esquemas deben ser revisados ya.
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