Las imposiciones son malas. A nadie le gusta que lo obliguen a una cosa. La vida está llena de concesiones y sacrificios. Yo hago algo por ti, y se supone que tú tienes que hacer algo por mi. Así es como funciona esto.
Como cada cabeza es un mundo, con sus convicciones, creencias, principios y demás, ponerse de acuerdo entre dos o más personas es algo difícil. Las concesiones entran en juego aquí para poder alcanzar un punto medio, un balance que satisfaga a ambas partes aún sea parcialmente.
Obligar a la gente a hacer cosas, es malo. Imponer un criterio sobre otro sin tomar en cuenta la posibilidad de que algo se pueda tomar de ahí, también lo es. Todos cometemos errores y ninguno es perfecto. Las decisiones no pueden ser radicales ni rígidas, ya que siempre habrá cambios que llevará a una variación, si es que queremos adaptarnos y sobrevivir.
Complacer al otro, sin que se tomen en cuenta las necesidades y preferencias propias, es un error. Sienta un mal precedente y cierra el camino a protestar o proponer alternativas. Por algo las dictaduras no duran. La flexibilidad es importante.
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