No hay nada peor que ponerse a pensar sobre uno mismo. Es una pérdida de tiempo enorme, un ejercicio inútil que termina de mala manera, con el individuo apesadumbrado y harto de sí mismo cuando se da cuenta de que por más que trata sigue teniendo las mismas mañas de siempre.
En alguna ocasión el creador de Mafalda planteó en un diálogo la posibilidad de no gustarse uno mismo al analizarse. Parece extremo, pero millones de personas en el mundo viven así toda su vida, odiándose ellos mismos e incapaces de mirar más allá de sus creencias, que usualmente están groseramente distorsionadas.
Las razones por las que semejante aberración ocurre son variadas. Desde bullying en la escuela hasta poca comprensión en el hogar, todo influye en lo que bien podría considerarse un comportamiento poco natural pero que a diario se ve, y con una frecuencia cada vez mayor.
En un mundo con tanto estrés y violencia, quizás sea lo mejor no pensar más de la cuenta en cuestiones que a la larga no tendrán ningún arreglo. El mejor antídoto para una mente difusa es el trabajo. Mantener al cerebro ocupado, aún sea haciendo crucigramas o rompecabezas. Hasta leyendo o viendo películas.
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