Qué frustrante es que te usen todo el tiempo. Que siempre seas tú quien pidas excusas aun cuando eres pisoteado y maltratado. Qué frustrante que te mal interpreten. Qué te tengan por loco, desquiciado o anormal. Que frustrante no encontrarle el sentido a las cosas. Preguntarte día a día por qué el mundo es una cosa tan absurda.
Qué frustrante no poder desahogarte con nadie porque todos están ocupados o quizás no te entiendan ni compaginen contigo. Qué frustrante ver gente que uno aprecia maltratándose y descuidándose por cosas absurdas y sin sentido. Es frustrante no poder comunicarse en una época de tanta tecnología y facilidades.
Ya no hay conexiones. Todo el mundo es un commodity que cada cual usa a su antojo y desecha en esa misma medida. Se trabaja 25 horas a la semana para nada. Se descuidan familia y amistades por nada. Todo es parte de ese ciclo tan desagradable y frustrante de uso.
Qué frustrante es darnos cuenta que somos piezas de un ajedrez. Que nos usan. Que nos engañan. Que cogen nuestro tiempo y nuestra buena fe para provecho. Es frustrante y doloroso, y no hay nada más que hacer que reconocelo, superarlo y vivir con ello. Es la triste realidad de estos tiempos.
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