Se supondría que la libertad es uno de los derechos fundamentales de cada individuo, siempre y cuando no haga algo que vaya en contra de los principios pre-establecidos o que represente un peligro para otros o para sí mismo.
La lunette d'approche (René Magritte, 1963) |
El problema con la palabra libertad es que tiene un significado demasiado amplio. Podemos ser libres en el sentido de que no estamos confinados a una cárcel o calabozo, pero es posible que algunas circunstancias impidan a la gente ser realmente libre. ¿Cómo así? Ejemplos abundan, siendo el más sencillo que muchas veces no podemos hacer aquello que realmente queremos porque va en contra de los intereses de un grupo o por convicciones de la familia o la sociedad.
Es común que las mujeres sientan la presión de sus familiares y de la sociedad por casarse. Son antiguas costumbres mantenidas por las generaciones más viejas y que realmente no se ajustan a los cambios que se han dado a ese y otros niveles. Persiste aún la idea de que es inmoral que una mujer se mude de la casa de sus padres sin haberse casado, de la misma forma que todavía hay gente que piensa que estudiar fuera de su país de origen es una oportunidad para "vagabundear". En ambos casos las viejas convicciones y el "qué dirán" se imponen al deseo que pudiera tener una persona de explorar la vida a su antojo. Se puede pelear contra esto, pero es injusto y a la vez innecesario.
Otro ejemplo: la gente que escribe y publica artículos que cuentan una verdad pero que al afectar intereses particulares son condenadas y hasta censuradas. ¿Suena exagerado? No lo es. Se ha dado el caso a nivel de periódicos con el reportero que hace un artículo donde el dueño de la empresa queda mal parado- quizás a sabiendas de lo que ello implica, quizás no-, y que al final resulta cancelado o, en su defecto, amonestado.
A veces no hay siquiera que escribir directamente sobre la empresa en la cual se labora para sufrir las consecuencias: basta con afectar la industria con algún comentario veraz pero condenatorio de malas prácticas para que haya una reacción negativa.
Todos en algún momento hemos sido víctimas de alguna forma de censura: en nuestro hogar por ir en contra de viejas convicciones y costumbres, en la escuela o universidad por sobresalir con ideas diferentes y el trabajo por querer romper con viejos esquemas. En una ocasión escribí un relato verídico y lo menos que pasó fue que por poco me botan del sitio de trabajo, aún cuando no tenía que ver con el sitio ni con su gente. ¿Qué pasó? Sencillo: la persona a la que sí afectaba tenía cierto nivel de influencia, se quejó con los jefes y en las redes sociales empezó a defenderse de una manera muy baja.
La libertad, como dice un amigo, es una quimera, sobre todo cuando se depende de un salario, de un sistema o de otras personas que en buena teoría deberían ser un respaldo más que un obstáculo.
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