Opinar. Todos podemos hacerlo, y con las facilidades que tenemos a la mano, lo más probable es que el resultado sea pasable, aunque no sepamos nada de aquello sobre lo que opinamos.
Es fácil formarse una opinión sobre cualquier tema para luego pasar como personas inteligentes, cultas y pensantes en cualquier circunstancia social, política o coloquial. Lo vemos a diario en sitios como Twitter y Facebook, donde la gente suele abrazar causas ciegamente, sin averiguar su trasfondo o intereses ocultos.
Sí, opinar es fácil. Criticar es fácil. Condenar es fácil. Lo que no es tan fácil, y que lamentablemente facilita lo otro, es analizar un tema de manera neutra y llegar a conclusiones lógicas que no necesariamente reflejan la opinión pública predominante.
Vivimos en sociedades donde el efecto rebaño está muy presente, donde la gente tiende a repetir lo que dijo el otro sin averiguar o analizar a fondo, solo porque le gustó como sonó eso que dijo. La gente que sigue al rebaño y que lo imita nunca se detiene a pensar en sus acciones y se deja influenciar por cualquiera que tenga la voz más alta o resonante, sin importar que lo que pregone sea un buen disparate. Esta es la base sobre la cual se tejen mitos y mentiras que perduran a través del tiempo, tanto que después resulta difícil aclarar y enderezar las cosas adecuadamente.
¿Cómo hemos llegado a esta situación de no pensar y simplemente servir de megáfono a intereses particulares? Hay varias explicaciones, ninguna de ellas particularmente fácil. Lo primero es que la gente al parecer tiene una necesidad intrínseca de seguir a algo o alguien que le marque el camino. Este es el primer error, y quizás el más común.
La gente tiende a crearse héroes en todas sus etapas: niñez, adolescencia y adultez. La mayoría de las veces esos héroes defraudan a medida que pasa el tiempo, con resultados a menudo traumáticos. A pesar de ello, no aprendemos y seguimos ciegamente confiando en la gente, con resultados variados. A veces nos lavan el cerebro, a veces nos reprimen por pensar de una manera diferente y otras veces simplemente nos resignamos a lo que hay.
Hay que recordar una cosa: opinar es fácil; pensar, no tanto. Hay situaciones en que tener esto presente resulta de mucho valor, sobre todo cuando la presión mediática pretende forzar las cosas según sus intereses. Cierto es que entre esas voces hay mucha gente "inocente" que en nada se beneficia con la alharaca y que se unió por pura ignorancia o por dejarse influenciar, pero es también cierto que muchos de los que están sí ganan algo a cambio, y esos son los que engañan a las grandes mayorías al presentarse como libertarios, revolucionarios y un largo etcétera de palabras bonitas.
En esta época de grandes facilidades, donde cualquiera puede hacerse pasar por experto o gurú, hay que tener mucho cuidado. Más que nunca hacen falta el pensamiento independiente y la capacidad de análisis.
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