¿Quién entiende la vida? ¿Cuál es nuestro propósito de estar aquí?
Poca gente, por no decir nadie, puede responder satisfactoriamente estas preguntas. Vivir, para algunos, es disfrutar de las cosas más sencillas: una buena compañía, reír a carcajadas, un abrazo, un beso con significado, la puesta del sol, ver a los niños jugar o un magnífico paisaje. Para otros, el lujo y el dinero son el verdadero significado de vivir.
La vida está llena de contrastes. Por un tema de capitalismo, consumismo y el ego natural de la gente, lo que se llama "vivir" es ahora mismo una carrera loca en la que la gente literalmente se mata trabajando para poder llevar una existencia medianamente cómoda.
En buena teoría todos tenemos derecho a techo, ropa y comida. Eso lo dicen casi todas las constituciones del mundo, incluyendo la de aquí. Sin embargo, nada de esto sale gratis. Con servicios básicos cada vez más caros, una presión mundial sobre los alimentos por efecto del crecimiento poblacional, recursos a punto de agotarse y el agiotaje propio de los esquemas de mercado, lo que se conoce como "vivir" es cada vez más difícil.
En todas partes del mundo los empleos están escasos y pagan poco. Los empleadores explotan y exigen horas extras, lo que reduce la posibilidad de completar la remuneración con entradas extras. El mismo trabajito que sirve de soporte impide emprender nuevas ideas con la libertad que ameritan.
Es un círculo vicioso: el tiempo se va en trabajo, trabajo y más trabajo. No hay equilibrio, por tanto no hay "vida". Pero entonces, si no hay trabajo, tampoco hay "vida": sin trabajo no pueden pagarse el agua, la luz y el alquiler. Sin trabajo no puede la gente salir a divertirse por ahí. Sin trabajo no hay seguro médico. En fin, sin trabajo, no hay nada. Por eso es que la creación de empleos siempre es una meta de los gobiernos.
Dicen que el tren actual de vida está llevando a la humanidad al abismo, pues la simpleza de la vida se ha perdido. Sin embargo, como no existe la conformidad plena, es probable que si nos dedicáramos solo a contemplar la vida, sin pretensiones, ambición ni nada de eso, estuviéramos todos aburridos y deseando encontrar cosas más excitantes que hacer. Toda una paradoja.
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