Críticas. A pesar del valor potencial que encierran, a nadie le gusta recibirlas. En algunos contextos, dependiendo de una serie de factores de corte personal, no solo tienden a caer mal, sino que traen problemas serios a quien las emite.
¿Por qué sucede esto? Nos cansamos de oír una y otra vez que nadie es perfecto, que todos cometemos errores y que todo puede ser mejorado. Aún cuando reconocemos estas realidades, a la hora de recibir críticas la mayoría de nosotros asume la actitud equivocada. ¿No sería más provechoso escuchar a quien da la crítica, analizarla y decidir si es válida para actuar en consecuencia? Si bien este sería el paso lógico, la mayoría de la gente lo que hace es molestarse y tomar alguna represalia.
Hay gente cuyo trabajo consiste en mantener la calidad de lo que se hace, y esta es una posición nada envidiable ya que consiste en reportar cosas que están fallando. Es un trabajo que se hace con la mejor intención, con el objetivo de que la organización quede siempre bien parada, pero la falta de comprensión que suele haber detrás hace que el esfuerzo sea muchas veces en vano.
Con las críticas pasa algo curioso: casi siempre se toman por lo personal, y eso dificulta sobremanera las cosas. En vez de tomar una crítica por lo que es, el que la recibe lo mira usualmente desde dos puntos de vista:
- Y este, ¿quién se cree que es?
- ¡Mi capacidad se está poniendo en duda y eso no lo puedo permitir!
En la mayoría de los casos, ambos enfoques son erróneos, pero como prevalecen por encima de la realidad, se crean situaciones muy incómodas para todos los involucrados. Esto no es más que un asunto de egos revolteados, y, tratándose de un componente intrínseco a la condición humana, es difícil lograr algo, aún cuando se tenga la razón.
Tener la razón. La gente que trabaja en control de calidad a menudo se enfrenta a una encrucijada: saben que tienen razón en lo que señalan, pero a la vez hay un tranque que viene desde arriba. ¿Qué hacer?
Lo más sensible es tener un registro por escrito de todo lo que sucede: observaciones, fallos, advertencias, sugerencias, propuestas y demás. Esto sirve de evidencia en caso de que se presenten problemas serios más adelante y sirven para demostrar que se ha estado haciendo el trabajo, al menos de ese lado. Lo segundo es saber cuando retirarse. De nada sirve tener enfrentamientos con superiores, pues lo más que puede venir es una cancelación. A veces no queda de otra que callar y acatar la orden recibida, aún cuando vaya en contra de nuestras convicciones y las mejores prácticas de la industria.
La única conclusión que podemos sacar aquí es que lidiar con gente es difícil, pero hay que hacerlo. Todos los días.
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