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Para nadie es secreto que los carros de concho representan el 90% del desorden que se ve a diario a nivel de transporte.
No solo se trata de una extensa flotilla de vehículos destartalados, en condiciones tan penosas que no merecen ni siquiera ser provistos de revista ni nada, sino que quienes operan esos vehículos son personas del más bajo nivel de educación que no respetan leyes, autoridades ni clientes.
Por carecer de un sistema de transporte colectivo lo suficientemente extenso y organizado, el dominicano promedio que no tiene vehículo propio se ha visto por años en la obligación de usar esos carros de concho para resolver sus necesidades de transporte en el día a día.
Ahora que el Metro es una realidad tangible, más aún después de haberse inaugurado la segunda línea, nos encontramos con la misma situación absurda de siempre: oposición de los choferes de concho y amenazas que van en detrimento de la colectividad.
Dicen estos ilustres señores que harán lo posible por impedir que el Metro les quite su comida, alegando que su subsistencia se ve seriamente amenazada por la entrada en operación de la segunda línea del Metro. Se trata de la misma cantaleta que se vio cuando entró en operación la primera línea y se trata por igual de la misma necedad cada vez que aparece algún plan o proyecto que tenga el potencial de afectarles sus operaciones.
¿Aportan algo los choferes de concho? Absolutamente nada. Tan solo afean el entorno con sus chatarras ambulantes, irritan a medio país con sus constantes amenazas y lloraderas y representan un peligro público con su forma endemoniada de conducir, pues no respetan absolutamente nada.
Los choferes de concho, con el apoyo de sus dirigentes, son una partida de abusadores. Abusan de los espacios públicos, abusan de las autoridades de tránsito, abusan del presidente de turno y abusan de la paciencia de un pueblo que en su mayoría es pacífico y trabajador.
No hay día del mundo que estos choferes de concho no tengan alguna queja absurda. Se quejan de que la gasolina está muy cara, aún cuando usan GLP y reciben subsidios que no merecen. Se quejan cuando se hace el intento de ordenar el tránsito y se quejan incluso cuando se anuncian medidas que en nada les afecta. Esto último ellos lo pintan como un acto de solidaridad, pero no pasa de ser un burdo intento de pescar en río revuelto y salir beneficiados.
Quizás los choferes de concho de manera individual sean personas pobres y humildes, pero no se puede decir lo mismo de sus dirigentes, gente que a pesar de su aspecto vulgar y poco refinado ha amasado una fortuna inmerecida a base de chantajes y lloradera.
La segunda línea del Metro da la esperanza de que algún día se acabará el recurso del carro de concho, lo cual sería una enorme bendición. Mientras tanto, no se le puede hacer caso al llamado de esta gente, que tan solo fomentan atraso y caos para su beneficio personal.
Cuando yo muera (que espero que no sea pronto), una de las frases que deseo que la gente asocie conmigo es mi clásico "¡EL CONCHO ATRASA!" que muchas veces he "voceado" en mis espacios. Lo que expones es tal cual la realidad, y quizás es mucho peor.
ResponderEliminarTengo hace tiempo en tintero una limonada donde analizo punto por punto el por qué el concho es una de las maldiciones que mantiene a este país en el atraso.
Deberías completar tu limonada y así aportar más al tema :-)
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