VIP, las siglas de "Very Important People", son usadas a menudo para designar áreas especiales en establecimientos y eventos. Se sobreentiende que estas áreas están reservadas a personas efectivamente "importantes", ya sea porque ocupan un sitial en la sociedad o porque pagaron para recibir el trato especial.
Todo este asunto de VIP apela al ego y vanidad que de manera innata reside en cada persona. La razón de su existencia es la misma que justifica que hayan cabinas de primera clase en las aerolíneas y que a lo interno de exclusivos clubes haya clubes aún más exclusivos.
Lo VIP, cuando se trata de eventos, es por lo general muy caro y usualmente da derecho a algunos beneficios: asientos con vista premium, la oportunidad de conocer a los protagonistas de la obra, brindis exclusivo para esa área y la oportunidad de codearse con gente presumiblemente importante. En esencia eso es el VIP, pero, al menos en este país, el concepto últimamente se ha degradado bastante.
En lo que pareciera ser un desconocimiento de lo que implica el tratamiento VIP y el origen de esas siglas, ahora se ha puesto de moda llamarle "VIP" a cualquir cosa, a veces con subcategorías: VIP gold, VIP platinum, y así. A veces el famoso "VIP" incluye acomodaciones subestándares, por debajo de lo que se consideraría ideal, y alguno que otro allante que busca justificar el precio abultado que suele acompañar a la denominación.
¿Qué tanto se ha degradado el "VIP" en la RD? Nada más basta poner un ejemplo. El pasado sábado fui a ver el espectáculo "Saltimbanco" en el Palacio de los Deportes, traído por Saymon Díaz y auspiciado principalmente por La Sirena, entre otros establecimientos. Quien compró las boletas lo hizo para el área VIP en el entendido de que ahí estaba la mejor vista. Cada boleta costó seis mil pesos, y la decepción fue tan grande como el precio pagado por cada una.
Habrá quien diga que seis mil pesos no es nada, porque, después de todo, este es un país de gente allantosa. Sin embargo, las cosas hay que analizarlas en su justa dimensión. Luego de que se pagan las boletas más caras para ver un espectáculo que se sabe que tiene calidad por venir del Cirque du Soleil lo menos que se espera es que la vista sea en efecto espectacular.
Lamentablemente no fue el caso porque quienes organizaron eso cometieron el error imperdonable de colocar varias fila de sillas en el piso, justo alrededor del escenario, sin plataforma alguna que ayudara al campo de visión. Las filas de sillas estaban todas al mismo nivel, de manera tal que cuando llegaron sus ocupantes solo tenían ventaja los de la primera fila. Aún así, la vista que se tenía era a la parte baja de la plataforma donde tuvo lugar la actuación de Saltimbanco, algo nada envidiable.
Saltimbanco fue un show colorido, bastante divertido, con muchas acrobacias que dejaron a más de uno sin aire y que arrancaron numerosos aplausos por la destreza humana mostrada. Tratándose del Cirque du Soleil, esto no es para nada sorprendente. Lo que sí sorprende es que Saymon Díaz y demás organizadores hayan ofertado un VIP tan malo, rompecuello por demás, y que ni siquiera se haya tenido la delicadeza de dotar a los baños de jabón y papel. Debo decir, eso sí, que no hice ninguna fila para entrar, lo cual es un punto a su favor.
Sé muy bien que no se puede comparar ningún escenario de Santo Domingo con uno de Las Vegas, donde he visto numerosas presentaciones del Cirque du Soleil. De todos modos, si como quiera se van a empeñar en traer esa clase de espectáculos, que dicho sea de paso aportan un buen elemento cultural y de sana diversión, entonces lo menos que debe hacerse es acondicionar el lugar de la presentación.
Las autoridades del país, conjuntamente con promotores artísticos y empresarios del turismo, deben contemplar la construcción de estructuras adecuadas no solo para la presentación de espectáculos artísticos sino para otros eventos que realmente no pueden hacerse con la comodidad requerida por falta de una infraestructura adecuada.
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