En la imagen: "El grito", de Edvard Munch (Blog Gran Angular)
El miedo. Un mecanismo de uso universal que resulta excelente para doblegar la voluntad de las personas con tal de que hagan cosas que normalmente no harían. Así, por ejemplo, es costumbre que a los niños les metan miedo con un tal "cuco" para que se vayan a dormir temprano. Es tan efectivo el cuco ese que cada vez que un niño no desea colaborar con algo se lo mencionan, y el efecto es casi inmediato.
El miedo. Un mecanismo de uso universal que resulta excelente para doblegar la voluntad de las personas con tal de que hagan cosas que normalmente no harían. Así, por ejemplo, es costumbre que a los niños les metan miedo con un tal "cuco" para que se vayan a dormir temprano. Es tan efectivo el cuco ese que cada vez que un niño no desea colaborar con algo se lo mencionan, y el efecto es casi inmediato.
Claro está, a medida que crecen, el famoso cuco deja de surtir efecto, y por eso se le debe buscar un sustituto más apropiado y que surta el mismo efecto de someter a la obediencia, no vaya a ser cosa. Es así como el inofensivo cuco evoluciona a cosas que van desde jugar con los miedos naturales y específicos hasta cosas más nefastas, según lo que se desea lograr. El chantaje, por ejemplo, viene a ser una evolución natural del cuco, pero llevado específicamente al plano personal: "sí no haces lo que pido le contaré a tu mamá con quien has estado". "Si no me ayudas con la tarea no te presto la ropa que me pediste". "Si no me pagas te delato enfrente de tus socios de negocios".
Por supuesto, el chantaje funciona con gente que tiene cosas que ocultar, que necesita mantener una cierta imagen de prestigio y cuando hace cosas indebidas. Algunas personas caen en el gancho, otras no, y otras más buscan la forma de hacer un contra-chantaje, de manera que todos quedan a la mano.
Sin embargo, las cosas que implican miedo no son siempre tan sencillas. Hay gente que la engañan de maneras más burdas, como cuando se amenaza su estabilodad laboral y económica si no accede a ciertas peticiones, o como cuando pasar de curso depende de cosas que no son estrictamente institucionales. Se apela en estos casos a las vulnerabilidades que siempre están presentes, y por eso muchos optan por caer en la trampa y no denunciar ante superiores lo que está pasando.
¿Qué tan peligroso puede ser este asunto de jugar con el miedo? Quizás el ejemplo más elocuente para responder esta pregunta sea el caso de los cuatro menores violados por un pastor evangélico de Villa Mella, quien los engañaba haciéndoles creer que haciendo lo que él pedía era la única forma de lograr la salvación. De acuerdo con las declaraciones de la madre de uno de los menores, para lograr la consagración con Dios había que dar nueve pasos que iban desde un beso en la boca hasta la penetración, y según el "pastor", el que no hacía eso se convertiría en un "judas". Vaya amenaza, ¿eh?
Este tipo de historias se repite a diario y en todas partes. El único antídoto es no tener miedo y no creer en todo lo que le dicen a uno.
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