El ser humano es una fuente permanente de contradicciones: se pasa la vida alardeando de sus dotes, pero al menor chance suele demostrar su cobardía y falta de carácter. Aspira a la riqueza y la abundancia, pero con la ley del menor esfuerzo.
En relaciones interpersonales, ocurren situaciones curiosas. Quiere el amor, pero no es capaz de comportarse de manera respetuosa o valorar aquello que tiene una vez lo consigue.
A nivel de relaciones es donde más salen a relucir las peores cualidades del ser humano: desconfianza, desconsideración, egoísmo y un largo etcétera
Como parte del escenario planteado en el párrafo anterior, pasan cosas que, en ocasiones, resultan en una hecatombe de proporciones épicas, y es por eso que la prudencia es la mejor política
Dice un viejo refrán que el que busca, encuentra, y no es cuento
Es mucha la gente que, por desconfianza, curiosidad o celos, se pone a meter los ojos donde no le incumbe: cartas, chata, documentos, gavetas de uso personal y cualquier cosa que no se supone sea de dominio público
Por lo regular, en esas expediciones clandestinas, aparece algo que sirve para detonar una situaciones innecesarias, pero con consecuencias reales en la forma de discusiones, reclamos y distanciamiento
Son muchos los divorcios que han venido por una mirada imprudente e intrusa a la intimidad del otro, y todo porque es fácil malinterpretar las cosas
Quizás lo más curioso del caso es que el imprudente que viola esa confianza e intimidad suele tener sus propios secretos y situaciones de carácter íntimo que no están supuestos a ser de conocimiento público o general.
El día que la gente aprenda a respetar la intimidad del otro, las cosas marcharán mejor, pero el ser humano es incapaz de pensar más allá de sus narices.
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