Cierto es que lo del cambio inexistente empezó en 2020, pero en este año, del que ya van cuatro meses, es que estamos viendo la magnitud del tollo que se está cocinando, con efectos que los sentimos todos a niveles más allá del bolsillo.
En este año, más que nunca, la identidad dominicana parece irse desvaneciendo poco a poco, sin que nadie la defienda de una manera que se haga sentir.
En las redes sociales, las chismosas de esta época, hemos visto cómo unos pocos ciudadanos se han quejado por una supuesta obra de arte que en sí representa una blasfemia al principal símbolo de la identidad dominicana.
Hablamos, por supuesto, de la bandera dominicana, a la cual se le ha trastocado el escudo en nombre del "arte", intercambiándose el mismo por el de Haití, bandera que recibió igual trato.
¿Es esto "arte", o es más bien un metamensaje? El hecho de que el "artista" tras la obra se identifique como diplomático dominicano, identificado en redes como supuesto representante de la ONU en el país, deja mucho que desear.
Hay quienes han señalado que la bandera dominicana derivó de la haitiana al momento de su creación. Si bien esto podría ser históricamente correcto, ello no justifica el sacrilegio cometido en nombre de un supuesto arte que es más que cuestionable, sobre todo en las actuales circunstancias en que nos encontramos.
Aunque suenan poco en las redes, donde lo que hay es mucho ruido, muchos son los dominicanos que están preocupados por el destino de nuestra identidad y soberanía ante la desidia que por décadas ha caracterizado a las autoridades en lo que respecta a controlar el flujo migratorio haitiano y las presiones internacionales que con cada vez mayor frecuencia recibimos de este lado.
De aquí pasamos a otro activismo que luce manipulado en redes: el afán de resaltar las raíces africanas. Como en el resto del Caribe, cierto es que este país recibió su porción de esclavos importados de Africa por los abusadores que colonizaron estos pedazos. Cierto es que, como en todas partes, hubo la mezcla con blancos, lo que a su vez resultó en el mestizaje que caracteriza a los pueblos de la región, más allá del Caribe.
Ahora bien, ¿significa esto que los dominicanos somos todos afrodescendientes? No necesariamente. Este país es un verdadero crisol de razas, por muy cliché o manido que suene, y da la casualidad de que lo afro no nos representa a todos. ¿Qué hay de quienes no tienen el fenotipo típico del afrodescendiente o de quienes tienen una mezcla donde predominan lo asiático o europeo? No debemos ser excluyentes, pero a eso se apuesta con esa postura, quizás de manera no intencional.
Finalizamos con el tema las fake news y la mala información, que aunque parcidas, no son lo mismo. El periodismo local TIENE QUE REVISARSE. No puede ser que reputados medios tomen informaciones de las redes como buenas y válidas sin siquiera averiguarse la fuente o confirmarse la especie. Los clics ganados en base a esto no tienen validez.
Igualmente, las instituciones, sean públicas o privadas, necesitan pensar un poquito antes de soltar informaciones de potencial interés para el público y que más temprano que tarde generarán preguntas y dudas. De nada sirve pregonar una buena nueva si al día siguiente tenemos que salir con una aclaratoria que pocos verán una vez pasada la euforia inicial. Así no sirve.
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