A todos alguna vez nos ha pasado que tenemos que lidiar con una persona que se cree superior al resto, ya sea en materia de belleza, inteligencia o recursos, sobre todo monetarios.
Estas personas, atento a su superioridad percibida, se creen con la suficiente autoridad de entrar a cualquier lugar que se les antoje, y, ¿qué creen? Su comportamieno y actitud son a menudo suficientes para amedrentar a un personal de seguridad que no quiere líos ni tener que dar explicaciones a unos superiores que probablemente el divo de turno conoce.
En ambientes laborales o institucionales, estos divos hacen hasta lo imposible por adentrarse a las altas esferas, figureando en reuniones importantes, encuentros exclusivos y otros ambientes. Estas relaciones posteriormente son utilizadas para deslumbrar a potenciales conquistas y para mantener a raya al pelotón de insignificantes con los que tiene que lidiar en el día a día, gente de menor rango a la que no pueden despreciar porque les sirven para infinidad de cosas, aún si en el fondo no quisieran siquiera tener que saludarlas.
Así las cosas, los divos, sean estos hombres o mujeres, presentan una imagen muy segura de sí, capaz de lograr cualquier cosa que se propongan a base de muela y magnetismo. La mayoría de las veces se salen con la suya en esta misión, pero, como suele ser la norma en la vida, en el momento en que menos les convienen les llegan los tiempos de vacas flacas, y ya en esos casos no queda de otra que adoptar un bajo perfil y seguir manteniente la mística aún sea de lejos, solo para hacer creer.
Ser divo es malo, pero peor que ser divo es tener esta condición al tiempo que se ocultan verdades muy fuertes que en cualquier momento delatan toda la trama.
Casos los hay por montones, y quizás uno de los más conocidos y representativos sea el del macho alfa que usa su encanto varonil y ambición para lograr todo aquello que satisfaga su ego. Hay ocasiones en que esta postura de "matatán", para usar una palabra fea, anacrónica y mayormente en desuso, oculta una realidad desviada que cuando sale a la luz tiene el potencial no solo de sorprender, sino de irritar a sus posibles víctimas.
Es común que los divos deriven su fuerza de sus debilidades internas. A menudo la actitud fuerte y superior es un intento por enterrar su baja autoestima. Muchas de sus conquistas buscan desmentir su idea interna de que no son lo suficientemente buenos. A veces hay hasta cuestiones de abandono emocional alimentando esos egos tan inflados.
Una de las cosas más irritantes de cualquier divo calculador es su percibido derecho innato a criticar, juzgar o burlarse de otros. Para ellos es la cosa más natural del mundo desestimar los argumentos u opiniones de cualquier persona si no van en la misma línea que los suyos. Es también la cosa más natural "dar cuerda" a quienes les rodean, pero, eso sí, al revés no lo permiten: se ofenden y hasta dejan de hablarle momentáneamente a quien osó cruzar esa raya.
Cuando los divos llegan a una etapa de vacas flacas, siempre tienen alguna víctima a quien sacarle provecho. A veces les ven cara de tonto, otras veces dan la suficiente lástima como para lograr lo que buscan. Hay igualmente veces en que las víctimas dentro de la trama están conscientes de que las están usando, pero al no tener suficientes pruebas, no pueden enfrentar exitosamente al victimario.
Todo el mundo tiene su agenda oculta. Todo el mundo buscar sacar algún provecho del otro. Esto es algo normal, pero donde llega un divo, no llega nadie. Ojo con este tipo de gente.
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