Se trata de una de las grandes contradicciones de la humanidad: el tiempo, según prominentes físicos, no existe, y sin embargo todos los días emprendemos una carrera contra el reloj que nos provoca mucha ansiedad.
El tiempo, según la teoría de la relatividad de Einstein, no es absoluto, sino que para cada cual ofrece una percepción y experiencia distintas. Establece igualmente que este elemento es parte del espacio-tiempo, viéndose afectado por la gravedad y la masa.
Fascinante el tema del tiempo desde un punto de vista de la física, pero en el día a día todo lo medimos y calculamos en base al tiempo, siendo notorios sus efectos al cabo de un lapso que podría ser días, semanas, meses o años. Curiosamente todas estas son medidas del “tiempo”, aún cuando este no exista.
Según las circunstancias, el tiempo puede ser tanto nuestro aliado como nuestra pesadilla: es la mejor cura cuando se enfrentan situaciones desagradables y es nuestra cruz diaria en un mundo donde los tapones y el exceso de cosas por hacer lo empequeñecen a más no poder.
El tiempo no existirá, pero al cabo de 5, 10, 35 años se observa su paso en nuestro rostro, nuestro entorno y nuestras vidas en términos generales. También el tiempo se hace dolorosamente presente cuando se le cantan 20 años de cárcel a alguien o cuando se pasa la fecha límite de algún trámite.
En periódicos, revistas y medios en general el tiempo es crucial. La inmediatez que ameritan algunas noticias es innegociable, y de igual manera surgen oportunidades de posicionamiento que son efímeras y difíciles de aprovechar.
En conclusión, todo, incluyéndonos, tiene fecha de caducidad. Aunque no exista, el tiempo nos domina, y si no lo creen, analicen su día a día.
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