Una virtud que últimamente escasea es la discreción. Ahora, quizás por efecto de las redes sociales y gente famosa sin méritos que expone los más íntimos detalles de su vida de manera descarada y pública sin siquiera inmutarse, lo que menos hay es comedimiento a la hora de decir o hacer cualquier cosa.
Este asunto de la discreción va más allá de compartir demasiada información con el público para incluir situaciones más mundanas y cotidianas.
¿Qué es ser discreto? Contrario a lo que pudiera pensarse, no se trata solo de mantener un bajo perfil, sino de saber manejar situaciones inteligentemente y sin involucrar a más gente de la necesaria. Discreción es lo que se necesita al ocupar ciertas posiciones que manejan informaciones y data sensible y es un activo altamente valorado en instituciones financieras e investigativas. Discreción es igualmente lo que evita que información sensible nuestra caiga en las manos equivocadas.
Los beneficios derivados de la discreción son numerosos, pero la gente en estos tiempos se deja llevar por modas y prefiere divulgarlo todo y olvidarse del bajo perfil. Este fenómeno no sólo se ve en redes sociales, sino que traspasa a cada aspecto de la vida, incluyendo el laboral, que es quizás uno de los más sensibles.
Las indiscreciones en el ámbito laboral van más allá de divulgar información sensible o de hacer públicos ciertos secretos para incluir chisme y las tensiones que de allí derivan.
El chisme se da cuando un empleado, sea por desconocimiento, falta de educación o nulo sentido común, decide participar problemas internos de su oficina a agentes externos que bien pudieran guardar relación directa o indirecta con el área en cuestión. Esta práctica es dañina y puede tener consecuencias insospechadas porque el chisme tiende a generar perversión a más de un nivel.
Para mantener la fiesta en paz y tener armonía en general basta tener un poco de discreción, sin importar lo que digan las redes sociales ni las celebridades de último minuto.
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