¿Tienes una mascota en casa? Genial. Esos animalitos rápidamente se ganan el cariño de la gente y con sus ocurrencias se convierten en el alma de la casa y en el principal tema de conversación entre familiares y amistades.
Lo normal en estos tiempos es llevar a las mascotas, sobre todo cuando se trata de perros y gatos, a la veterinaria, donde les ponen sus vacunas, les hacen sus exámenes rutinarios y cualquier otro procedimiento, dependiendo de la situación de cada cual. También en estos lugares es normal que se ofrezcan servicios de mantenimiento y peluquería, que vendan comida y tengan una selección de juguetes y accesorios.
Mucha gente piensa que ir al veterinario con su mascota es algo normal y hasta sencillo, pero en esta suposición muchas veces yace el error. Los animales, al igual que la gente, sufren de alergias, tienen reacciones adversas a medicamentos y tienen complicaciones de salud que en ocasiones pueden terminar muy mal.
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Ir al veterinario no es la experiencia "bonita" que muchos establecimientos y/o doctores quieren hacer creer. Hay ocasiones en que una visita rutinaria o de emergencia puede convertirse en una tragedia por inobservancia del staff y hasta del mismo dueño, que quizás ignora los riesgos asociados a la aplicación de medicinas y procedimientos.
El tema lo traigo al blog por una experiencia traumática que tuve recientemente. En casa acogimos un gato que llegó por el área y, como es lógico, lo llevamos a una veterinaria para que lo evaluaran e hicieran cualquier procedimiento que entendieran necesario. Le abrieron un récord, establecieron un programa rutinario de vacunas y le hicieron una plaquita con su nombre. Hasta aquí, todo bien: el gato estaba saludable, y, según la veterinaria, estaba castrado.
Por aproximadamente dos años el gato nos deleitó con su presencia, haciendo sus gracias y relajándonos con sus travesuras. Era un gato muy querido, apreciado por todos los que lo conocieron y alabado constantemente por su belleza y elegancia. Todo eso llegó a su fin hace unos días cuando, previniendo precisamente cualquier complicación, lo llevamos a su veterinario.
Ese día, al hacer la primera evaluación, me felicitaron por las excelentes condiciones en que se encontraba el gato: el pelaje brilloso, peso adecuado y órganos en perfectas condiciones. El examen de sangre que se le hizo salió bien por igual. El problema que presentaba el gato, según se nos explicó, es que parecía tener una obstrucción urinaria, una situación que en gatos machos es común por un asunto estructural. Se nos habló de posibles causas y el tratamiento a seguir, que requería dejarlo "interno" por 24 horas. Al día siguiente se entregaría de vuelta, y todo seguiría normal. Tristemente, no fue así.
Lo relatado anteriormente tuvo lugar a las 9 a.m. Horas después, tras varios intentos de comunicación de mi parte, me dan la fatal noticia de que el gato está en coma inducido y presenta signos de haberse envenenado ocho días atrás. Algunas observaciones a tomar en cuenta:
1. Se procedió a inducir coma sin avisarnos, pese a que esa era el protocolo a seguir
2. El gato nunca presentó indicios de envenenamiento
3. Hasta ese mismo día el gato comía y tomaba agua con la normalidad acostumbrada
4. ¿Cómo es que estaba "perfecto" si estaba envenenado?
Ya en ocasiones anteriores el gato había reaccionado mal a vacunas, procediéndose a llevarlo de inmediato a la veterinaria para evitar complicaciones mayores. En ninguna ocasión se nos ofreció una explicación o una disculpa: simplemente se le puso un "correctivo", y nada más. La última vez que lo llevé hice estas observaciones, exhortando a que tuvieran cuidado, pero, por desgracia, no surtieron efecto: mi precioso gato murió al día siguiente en la madrugada, información que fue brindada de la manera más inhumana posible a la mañana siguiente.
La conclusión a la que podemos llegar es que las malas prácticas médicas se dan a todos los niveles, inclusive entre veterinarios, y que los médicos, sin importar su rama, son iguales en todas partes: difícilmente admitan haber cometido un error y suelen taparse entre sí.
Este relato tiene el objetivo de crear un poco de conciencia sobre un tema que pudiera ser rutinario para dueños de mascotas y advertir sobre posibles riesgos por igual.
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