Tratar con gente es más difícil de lo que cualquiera puede pensar. Situaciones del día a día, de índole privada, pueden tener un efecto inmediato sobre la forma en que una persona suele comportarse y actuar. Así, por ejemplo, una persona que normalmente está sonriente y que es propensa a hacer chistes puede de buenas a primeras exhibir un comportamiento contrario al habitual.
De inmediato surgen las preguntas: ¿qué le pasa a fulano? ¿por qué está zutana tan callada? Resulta que muchas veces la gente que exhibe esos cambios repentinos en su forma de comportarse no quiere hablar del tema. De hecho, lo que desean es que los dejen tranquilos hasta que se les pase lo que sea que les esté afectando. A veces no hablar de la situación puede afectar aún más a quien experimenta los cambios, otras veces le ayuda a interiorizar sus cosas, lo que a su vez le permite enfrentar sus situaciones con más éxito.
En el caso de personas que están en relaciones de pareja, ya sea que estén casados, que sean novios o que estén iniciando, esos cambios repentinos en la forma de actuar y comportarse son todavía más difíciles de comprender, y las implicaciones suelen ser por igual más profundas. Llegan toda clase de preguntas y cuestionamientos tratando de entender el por qué de esas cosas. Para colmo, preguntar por qué suceden esos cambios puede traer consigo otras cuestiones más complejas que complican aún más la situación.
Definitivamente, lidiar con gente es un campo peligroso e inestable, porque nunca se sabe con qué cosas va a salir el otro.
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