Estamos en 2012, y, como era de esperarse, ha aumentado la cantaleta de si se acabará el mundo o qué. Cada fenómeno natural, se trate de lluvias fuertes, terremotos, temblores de tierra, deshielo, es visto por muchos como indicios del inevitable apocalipsis que nos espera el próximo 21 de diciembre según una teoría que apunta a cómo el calendario maya termina abruptamente en esa fecha.
A pesar de que científicos de todas las ramas han hecho su mejor esfuerzo por minimizar el posible significado de eso, hay pánico generalizado que ha sido exacerbado por pelícilas como 2012, que debutó en 2009, y otras más que se basan en teorías de cómo el planeta Tierra puede llegar a su fin, desde colisión con otro planeta (se menciona mucho un tal Nibiru) hasta invasión extraterrestre. Se ha hablado inclusión de una reversión de los polos magnéticos y de una lluvia solar intensa.
Si bien no hay forma de predecir cuando se acabará el mundo, ni mucho menos hay forma de saber si los mayas quisieron significar ese evento cuando su calendario terminó abruptamente, hay que sacar su plato aparte a quienes se están beneficiando económicamente de esta situación.
Resulta que hay gente que se ha dedicado a la tarea de vender kits de sobrevivencia, mientras que otros van más lejos y ofrecen refugio en búnkers que están supuestos a resistir impactos de bombas nucleares y al propio apocalipsis. En Estados Unidos, donde la histeria colectiva parece manifestarse con más fuerza, estos preciados espacios de vida tienen precios que van desde 500 dólares hasta 20 millones, dependiendo del nivel de confort que se esté buscando.
Una compañía de estas, llamada Vivos (asumo que el nombre tiene que ver con sobrevivencia más que con engaño), ofrece búnkers para 200 personas, y los interesados pueden reservar un espacio desde ya por 5 mil dólares.
Me surge una pregunta cuando me entero de estas cosas: si el mundo realmente se fuera a acabar, ¿para qué me interesaría sobrevivir? O sea, ¿qué se supone que haga en un mundo desolado y destruido? Quizás porque eso no hace sentido es que hay gente que ha estudiado la posibilidad de suicidarse, lo cual es otra estupidez porque hay una posibilidad de que el mundo no se acabe después de todo.
Definitivamente, cualquier cosa se convierte en la oportunidad de negocio perfecta. Tan solo hace falta un poco de ingenio.
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