Imagen de una página de la escuela de "periodismo" Walter Cronkite (U.S.A.) |
En estos días el tema haitiano ha estado más presente que nunca, con gente que ya ni siquiera guarda las apariencias a la hora de emitir juicios que además de erróneos son interesados. En lo que parece ser un ataque muy bien orquestrado, a la visita que hiciera Hillary unas semanas atrás ha seguido una convención en Washington donde se ha puesto al país en posición incómoda al ser tildado de "genocida civil".
Cuando se trata de este tipo de temas, donde hay tantos intereses de por medio, las cosas no son nunca tan sencillas como pudieran parecer. Para una persona común y corriente que no vive en República Dominicana y que desconoce la realidad domínico-hatiana es fácil acusarnos de malos, racistas, xenófonos y demás, sobre todo cuando la comunidad internacional se ha dado a la tarea de desacreditar al país por el simple hecho de aplicar sus leyes referentes a la inmigración y la nacionalidad.
Cierto es que consorcios privados se han beneficiado por años de una mano de obra barata y prácticamente incondicional y que en ocasiones los controles migratorios son flojos, pero eso no le da derecho a nadie a venir con su injerencia y sus acusaciones hipócritas, porque resulta que quienes critican ejercen siempre su derecho a deportar indocumentados, arrestar ilegales e incluso construir un tremendo muro para evitar la llegada de inmigrantes indeseados.
Es muy fácil venir a cargarle el dado a un país sólo porque está cerca del problema y por ende resulta más fácil que sea ese el que se haga cargo del mismo. Es muy fácil que supuestas fundaciones de derechos humanos financien luchas que van de acuerdo a sus intereses, sin importarles lo que haya por el medio. Y mientras todo eso ocurre, mientras el país es insultado y pisoteado dentro y fuera por un grupo de interesados, las grandes potencias deponen y eliminan a enemigos que alguna vez fueron sus aliados, meten sus narices en asuntos que no son de su incumbencia, sacan gente a la fuerza y establecen leyes durísimas para controlar la migración. Entonces los malos, los abusadores, los genocidas, somos nosotros, ¿eh?
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