Una de las cosas que más irrita de este país y que no tiene visos de cambiar es el mal servicio que recibe constantemente el consumidor. Puede ser un banco, una telefónica o una lavandería, en cualquier caso es lo mismo: pésimo servicio. Lo peor de esto es que ya la gente no encuentra donde quejarse.
El tema del mal servicio ha sido tratado con frecuencia en este y otros blogs, pero la cosa sigue igual, o quizás peor. Tras regresar de mi viaje de vacaciones llegué una vez más a la conclusión de que el servicio es una cosa inexistente en este país. Ahí está el caso de los bancos. Siguiendo los estándares internacionales, la mayoría de los bancos comerciales del país ofrece servicios automatizados por teléfono. Sin embargo, raras veces funcionan.
Me pasa frecuentemente con el Popular, Scotiabank y el Banco de Reservas. De los tres, el peor caso es el del Reservas. Cuando no funciona el teleservicio, la probabilidad de que alguien le atienda por esa misma vía es casi nula. En cualquiera de los números de teléfono provistos es lo mismo, pasan los minutos, 5, 10, 15, y nadie contesta. Es preferible ir en persona. Aún así, ellos se anuncian como "El valor de la eficiencia".
Luego están las telefónicas, mal servicio de antología. Antes era más o menos fácil comunicarse con un representante de Orange. Ahora han eliminado esa opción del menú de servicios que se obtiene al llamar al *555. Para dar con una persona física hay que hacer malabares, con el agravante de que las llamadas a ese número tienden a caerse.
Se insiste con la pregunta: ¿quién regula estas cosas?
Imagen: ihatebadservice.ca
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