En Estados Unidos, al igual que Europa, cualquier cosa se convierte en punto de atracción, tan solo basta con crear la estructura y la maquinaria de mercadeo para los fines. Ejemplos sobran, y me parece que esta es una magnífica oportunidad para dar algunas ideas al respecto.
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República Dominicana ha basado su turismo casi exclusivamente en el atractivo de las playas. Sin embargo, no todos buscan sol y mar. Lo cultural y lo histórico son también puntos fuertes de venta. Es tanto lo que tenemos que ofrecer y tan poco lo que explotamos que a veces me pregunto si es falta de visión o si hay intereses de por medio.
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Las ciudades de San Pedro de Macorís y Montecristi son dos ejemplos de destinos no explotados. Si bien Juan Dolio es una bonita playa, la ciudad ofrece una serie de estilos arquitectónicos que datan de la década de 1920 y fechas anteriores, edificios que son vestigios de una época de esplendor de la llamada Sultana del Este. Es una pena que hoy día esos edificios estén en ruinas en su mayoría, abandonados a su mejor suerte. Ni siquiera el malecón está medianamente cuidado.
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Con la historia de sus trenes, operaciones de caña de azúcar y Guloyas, San Pedro de Macorís bien pudiera beneficiarse de un turismo distinto y que dejaría más beneficios a su población. Igual ocurre en Montecristi, que al decir de sus más prominentes figuras tiene la mayor cantidad de héres nacionales en su cementerio. Y ni hablar de la belleza natural del Morro y el cayo Los 7 Hermanos. Montecristi también tiene en su haber la casa de la gobernadora Isabel Mayer, que vino pre-fabricada desde Estados Unidos, la casa de Máximo Gómez y el reloj.
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Si en Estados Unidos la represa Hoover puede ser un atractivo turístico, no veo por qué en RD no puede hacerse lo mismo. Es hora de que copiemos ese estilo de hacer turismo. Da gusto pasar por cualquier pueblito histórico en Estados Unidos: todo bien cuidado, monumentos y casas debidamente marcados, centro de información al turista, pequeños hoteles acogedores y las tiendas de souveniers más caras del mundo.
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República Dominicana ha basado su turismo casi exclusivamente en el atractivo de las playas. Sin embargo, no todos buscan sol y mar. Lo cultural y lo histórico son también puntos fuertes de venta. Es tanto lo que tenemos que ofrecer y tan poco lo que explotamos que a veces me pregunto si es falta de visión o si hay intereses de por medio.
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Las ciudades de San Pedro de Macorís y Montecristi son dos ejemplos de destinos no explotados. Si bien Juan Dolio es una bonita playa, la ciudad ofrece una serie de estilos arquitectónicos que datan de la década de 1920 y fechas anteriores, edificios que son vestigios de una época de esplendor de la llamada Sultana del Este. Es una pena que hoy día esos edificios estén en ruinas en su mayoría, abandonados a su mejor suerte. Ni siquiera el malecón está medianamente cuidado.
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Con la historia de sus trenes, operaciones de caña de azúcar y Guloyas, San Pedro de Macorís bien pudiera beneficiarse de un turismo distinto y que dejaría más beneficios a su población. Igual ocurre en Montecristi, que al decir de sus más prominentes figuras tiene la mayor cantidad de héres nacionales en su cementerio. Y ni hablar de la belleza natural del Morro y el cayo Los 7 Hermanos. Montecristi también tiene en su haber la casa de la gobernadora Isabel Mayer, que vino pre-fabricada desde Estados Unidos, la casa de Máximo Gómez y el reloj.
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Si en Estados Unidos la represa Hoover puede ser un atractivo turístico, no veo por qué en RD no puede hacerse lo mismo. Es hora de que copiemos ese estilo de hacer turismo. Da gusto pasar por cualquier pueblito histórico en Estados Unidos: todo bien cuidado, monumentos y casas debidamente marcados, centro de información al turista, pequeños hoteles acogedores y las tiendas de souveniers más caras del mundo.
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