Cuando gente como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, dice que la privacidad hace rato pasó a la historia, no se equivoca. Estamos viviendo en una época en donde prácticamente todo queda documentado de una forma u otra.
Un asalto, un accidente, encuentros furtivos, todo eso puede quedar grabado en los móviles de transeúntes o en cámaras de circuito cerrado de comercios. Conversaciones y documentos "confidenciales" manejados a través de internet dejan de ser confidenciales con una facilidad tremenda, sin importar los mecanismos de seguridad que se hayan implementado. Número de tarjetas de crédito y otras informaciones de carácter personal pueden caer en manos equivocadas si se da un paso en falso. Ni siquiera una reunión a puerta cerrada queda del todo exenta de intentos de espionaje.
.
.
¿Qué hacer entonces? En vista del aprieto en que se encuentra Estados Unidos luego de que el sitio Wikileaks empezara a divulgar información clasificada de "secreta" conjuntamente con periódicos tan prestigiosos como New York Times, Der Spiegel, Le Monde, El País y The Guardian, la respuesta es clara: si no quiere que se sepa, no lo haga.
Escandalosa ha resultado la forma en que Estados Unidos describe a líderes mundiales, así como el hecho de que mandó a espiar sobre gente prominente, pero la manera en que estos documentos llegaron hasta Wikileaks constituye en sí otro escándalo que pone al desnudo la vulnerabilidad a la que están sujetas las nuevas formas de comunicación y almacenamiento digital.
Para manejar su información clasificada entre instancias, Estados Unidos dependía hasta hace poco de una red interconectada de computadoras llamada SIPRNet (Secret Internet Protocol Router Network) diseñada para enviar paquetes de información a través de protocolos TCP/IP en un ambiente que estaba supuesto a ser 100% seguro. Esto probó ser un mito cuando empezaron a divulgarse 250 mil documentos confidenciales al inicio de esta semana.
¿Cómo llegó esa información hasta Wikileaks? Desde el principio todo apunta a un joven soldado de 23 años, Bradley Manning, que por espacio de ocho meses tuvo acceso prácticamente ilimitado a esta red mientras estuvo estacionado en Irak.
Aprovechando su condición de analista de inteligencia, Manning iba al repositorio donde estaba almacenada esa información con un CD regrabable de música que luego era sustituída por esa información delicada. Un total de 1.8 gigabytes fueron sustraídos por Manning, quien luego almacenó toda esa información en un memory stick.
Siendo el caso que la capacidad de almacenamiento ha llegado a ser de terabytes en algunos dispositivos, no es de extrañar que haya sido tan fácil el robo. Más importante aún, hay que recordar que todos los sistemas funcionan con gente, lo que significa que hasta cierto punto esa seguridad está sujeta a cómo esa gente se maneja. En definitiva, si no quiere que se sepa, no lo haga.
Comentarios
Publicar un comentario
Este blog no acepta vulgaridades. Modérese antes de comentar.