Foto: Daily Mail
La mayoría de las negocios tiene una política no escrita de si usted lo rompe, usted lo paga. Cuando un niño anda correteando por entre los pasillos de una plaza comercial -sin supervisión alguna- y entra a una tienda a probarse cosas, lo más normal es que el dependiente le llame la atención y busque a sus padres. El problema es que cuando estos aparecen, por lo general están malhumorados y agreden verbalmente a ese pobre dependiente que tan solo estaba haciendo su trabajo.
Me llama la atención como hay padres que salen con sus hijos y dejan que estos hagan de las suyas sin siquiera inmutarse. Corretean, saltan, hacen bulla, molestan gente y en ocasiones se lastiman. Otras veces causan un desorden mayúsculo que requiere de la intervención de algún gerente. Mientras estas cosas pasan, se ve a los padres muy risueños, disfrutando tranquilamente de un café o entretenidos en alguna conversación. Sin embargo, esa tranquilidad se disipa en el momento en que les informan que tienen que pagar por los daños provocados por el niño.
En ese momento la mayoría de los padres pierde la cabeza, hace tremendo escándalo y hasta amenaza con no volver a ese lugar por el trato cobarde e injusto recibido. Para colmo en ocasiones le celebran la travesura al niño, actitud que luego evoluciona a un patrón muy conocido dentro de la sociedad: lo mal hecho no traerá consecuencia alguna.
Esta irresponsabilidad paterna explica en parte por qué en este país la gente jura que puede salirse siempre con la suya, una actitud que se ve a diario en todas partes. Parece que atrás quedaron los tiempos en que los padres amonestaban a sus hijos por mal comportamiento, ahora el desorden es ley.
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