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Mantenimiento, un tema pendiente y muy urgente

Cosas como estas deben evitarse (Foto: Imágenes Dominicanas)
Una ciudad sin mantenimiento tarde o temprano da muestras de ello: aceras rotas, sistema pluvial inservible, basura regada, infraestructuras viales y peatonales en malas condiciones y una sensación de abandono generalizado que tan solo se ve aliviada por negocios y casa particulares que hacen un esfuerzo por mantener sus propiedades atractivas y bien cuidadas.

Para nadie es secreto que el mantenimiento en Santo Domingo y otras ciudades del país es prácticamente nulo, y a esto contribuyen muchos factores, desde un asunto de cultura y mentalidad hasta la falta de modales y educación del ciudadano común, que no hace nada por cuidar su ciudad y mucho menos respeta las pocas normas que se hacen cumplir.

¿Por qué no se da el suficiente mantenimiento a la ciudad? Abundan las teorías al respecto. Un ingeniero dijo una vez que la razón básica es porque no hay "grasa" en el mantenimiento, lo que significa en buen dominicano que deja más beneficios (a ciertas personas) dejar que las cosas se deterioren al punto que haya que hacerlas de nuevo y no preservarlas por años a través de mantenimiento. Esta visión, si bien beneficia a un grupo muy específico de personas, hace bastante daño a la ciudad y a quienes viven en ella y la visitan, ya sea para fines turísticos o de negocios.

Si bien la teoría expuesta más arriba encaja perfectamente con la realidad que se vive en estas ciudades, la cosa va más lejos. Hay una contradicción entre aquello a lo que aspiramos como ciudad y la forma en que nos comportamos y abusamos de ella.

Las autoridades de turno hacen una obra, invierten millones, queda muy bonita, la inauguran, hacen un apasionado discurso acerca de los beneficios que aportará al esparcimiento y el ornato, y, por unos meses, todo muy bien. ¿Dónde viene el problema? En que los mismos ciudadanos no cuidan la obra. Habiendo zafacones prefieren tirar la basura en la grama. Ensucian paredes con grafiti, se roban piezas de metal, abusan de las facilidades y se quejan cuando alguien trata de imponer el orden. Entonces, como es más fácil hacerse de la vista gorda, gradualmente esas mismas autoridades se van retirando del área, has que eventualmente queda desprotegida y vuelta una ruina. Al cabo de uno años, vuelve a repetirse el mismo ciclo.

En el tema del ornato y mantenimiento de la ciudad hay un tema de desidia de trasfondo. Por motivos muy diversos, algunos de carácter histórico, otros de carácter cultural, el dominicano en general tiende a tener una actitud muy relajada para todo. Pocas cosas son tomadas en serio, con el agravante de que cuando aparece alguien con un criterio más definido y con el afán y deseo de hacer las cosas bien lo tildan de necio. Esto último constituye un comportamiento generalizado que va más allá de la cuestión de ornato.

Junto a esta cuestión de la desidia hay otro factor: falta de interés. La mayoría de la gente no pone de su parte para contribuir con la limpieza y el ornato. Ya el caso lo vimos más arriba, pero lo podemos ver de nuevo a otro nivel: dentro de una comunidad. Así como el ciudadano común va por la ciudad tirando basura e irrespetando las reglas, ocurre lo mismo dentro de su comunidad, se trate esta de un barrio, un condominio, un residencial o un pueblo. Cualquiera que viva en un edificio de apartamentos sabe a lo que me refiero y sabe que ese comportamiento se da a una escala mucho más amplia.

La culpa de que no haya un mantenimiento adecuado de la ciudad no es solo de las autoridades. Todos contribuimos a que haya un desorden del cual después nos quejamos, lo cual es una paradoja. Para que este desorden se acabe y tengamos una ciudad más adecuada y agradable las autoridades deben hacer un ejercicio de revisión interna, dar el ejemplo y  exigir el cumplimiento de sus leyes y reglamentos a quienes no lo hagan, ya sea con multas, cárcel o cualquier otro tipo de amonestación.

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