María muestra sus heridas luego de un atentado. |
Todos sabemos que en México hay una situación extrema de delincuencia, narcotráfico y violencia. A cada rato salen noticias horrorosas de múltiples matanzas, de mujeres desaparecidas, de atentados contra autoridades que tratan de poner el orden, de gente que habló y luego apareció por ahí descuartizada y de fosas comunes que se descubren cada cierto tiempo con cuerpos sin identificar.
En medio de tanta matanza, amenaza y horripilancia aparece siempre alguien que da el ejemplo, alguien que sobresale por su valentía, aunque después le salga cara. El caso de María Santos Gorrostieta, ex alcaldesa de Tiquicheo (Michoacán), es un ejemplo elocuente de por qué la delincuencia, el narcotráfco y cualquier cosa que atente contra el orden y la paz de un pueblo y todo un país deben mantenerse a raya.
Es posible que el nombre de María Santos Gorrostieta no resulte conocido, pero quizás su imagen sí: la ex alcaldesa llegó a figurar en noticias internacionales por haber sobrevivido a dos atentados contra su vida en 2009. Lejos de renunciar a su cargo, María se mantuvo firme, a pesar de haber perdido a su esposo en el primero y de haber ella quedado marcada por balas y en constante dolor.
Aún cuando ya no era alcaldesa de Tiquicheo desde 2011, el destino de María había estado decidido por aquellos grupos que con tanto ahínco enfrentó: hace alrededor de una semana fue encontrado su cuerpo abandonado en el poblado de San Juan Tararameo, con evidencia de golpes, quemaduras y otras formas de tortura.
El mensaje por parte de los grupos criminales que finalmente lograron su objetivo es claro: nosotros dominamos, y no nos dejamos amedrentar por nadie. Salen perdiendo los hijos de María, que ahora quedan huérfanos, la gente común, que no tiene a donde ir, y la sociedad como tal, que se ve indefensa junto con autoridades que por temor e intereses no hacen su trabajo.
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