Hace unos días hablé acerca de cómo la RD poco a poco se convierte en un destino turístico para los estadounidenses. La realidad es que hace mucho el país es un polo turístico, y es un destino que italianos, alemanes y españoles conocen desde hace tiempo. En años más recientes ha aumentado la variedad de turistas que nos visitan y ahora los hay de prácticamente cualquier nacionalidad.
No hay dudas de que el turismo es uno de los principales pilares de la economía dominicana. Ahora bien, siempre ha habido algo de controversia rodeando ese tema, pues se alega siempre que los beneficios no se ven, aún cuando genera numerosos empleos de manera directa e indirecta. Hace mucho que se viene señalando que el principal fallo fue haber desarrollado un turismo en base al modelo "todo incluido".
Si se analiza bien, esta es una postura que hace sentido, pues con el "todo incluido" el turista no se siente motivado a salir de su hotel y explorar el pueblo que le acoge, con la consecuencia de que prácticamente todas las ganancias son para el hotel y el touroperador que hizo las gestiones.
República Dominicana poco a poco ha ido sustituyendo ese modelo del "todo incluido" por un modelo donde se incluye poco o nada. Al mismo tiempo ha subido el nivel de turismo, con hoteles de clase mundial y estándares más altos que hace 20 años. Han surgido exclusivos hoteles boutique, reconocidas cadenas se han instalado y ha habido desarrollo de proyectos de lujo, como Cap Cana, que se suman a proyectos ya establecidos y reconocidos como Casa de Campo.
A la clara estamos evolucionando hacia otra clase de turismo. Sin embargo, seguimos fallando en otros aspectos que requieren de atención urgente: ningún turista, ni siquiera los nativos del país, desea pasar sus vacaciones viendo cosas feas, ¿verdad que no? Salvo muy contadas excepciones, la República Dominicana carece de orden y ornato en la mayoría de sus ciudades y pueblos, sean polos turísticos o no.
Veamos el caso de Samaná, por ejemplo. Es simplemente un crimen que esa ciudad no esté en mejores condiciones, pues se trata de un lugar privilegiado por la naturaleza, cuna de una cultura muy específica traída por los cocolos, algunos de los cuales aún sobreviven, y, sobre todo, un destino muy apreciado. ¿Falta de visión, mentalidad atrasada o qué? Me atrevo a decir que hay de todo un poco.
Hay que invertir en educación, y no necesariamente esa por la que abogan un 4%. Hay que cambiar la forma de ver las cosas, tener una mentalidad proactiva de que las cosas deben recibir mantenimiento y no dejar que se deterioren al punto de que hay que hacerlas de nuevo. Debe haber un interés por conservar monumentos, casas viejas y cualquier cosa que tenga valor histórico. Debe haber una formación ciudadana que comprenda la importancia de vivir en un entorno bien cuidado y en orden. Pero mientras tengamos mentalidad de fritura, chimichurri y dembow, no vamos para parte.
Este tema continuará.
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