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En dónde fallamos (3)

En este país todo es playa, ¿verdad? Llega la Semana Santa y eso es sinónimo de playa y piscina, a juzgar por las ofertas que salen y la promoción de tiendas de ropa y accesorios. En verano, ni se diga: la playa es el protagonista #1, aunque eso no tiene ninguna gracia especial porque en este país hay como quien dice un verano eterno. Fines de semana largos, feriados especiales y hasta navidad: todo gira en torno a la playa.

Es cierto que la oferta de ambientes para vacacionar se ha diversificado y que ahora hay propuestas con un componente ecológico. Destinos como Jarabacoa y Constanza, donde el clima es más agradable, han ido aumentando su popularidad con una serie de propuestas que incluyen ranchos y la experiencia de montaña, así como deportes de río.

Imagen: Blog de la Asociación de Hoteles de Santo Domingo
¿Qué hay de Santo Domingo, Santiago y otras ciudades que no son necesariamente conocidas por sus playas o por esa oferta ecológica? La historia aquí es un poco diferente, y aunque hay presencia de turistas, existe la posibilidad de que la experiencia de visita no sea la mejor. Santo Domingo, como capital de la República Dominicana, es, además de una puerta de entrada, un destino de negocios, y como tal hay hoteles que satisfacen esas necesidades.

En el área del Malecón los hoteles tienen doble propósito, pues además de acoger a cualquier turista estándar ofrecen lo necesario para el viajero de negocios, todo en un área de gran belleza con una vista directa al Mar Caribe. Donde se daña la cosa es en lo descuidado que está el entorno, pero ya este es un tema que desarrollaré más adelante.

Aparte del Malecón y la Zona Colonial, ¿qué otros atractivos ofrece Santo Domingo? Podrá decirse que hay atracciones estándar, como son el Parque Zoológico, el Jardín Botánico, el Acuario Nacional y uno que otro museo. El problema es que estas atracciones son poco mencionadas y por lo general carecen de cuidado. Llevo años sin ir a los lugares mencionados, con excepción del Jardín Botánico, pero no es raro que en los periódicos aparezcan reportajes dando cuenta del deterioro y la mala impresión que se lleva el visitante a esos lugares.

¿Por qué sucede esto? Simplemente porque no hay en República Dominicana la cultura de museos ni de preservar cosas. En cualquier ciudad, llámese Miami, Las Vegas, San Juan, Bogotá, Buenos Aires, Providence o Florencia hay museos, monumentos, estatuas, santuarios, casas preservadas y otras atracciones históricas o culturales que visitar. ¿Por qué tenemos que ser nosotros la excepción? No podemos pasarnos la vida entera ofreciendo unas playas que de por sí están deterioradas por efecto de la contaminación y el abuso.

La República Dominicana es un país rico en historia y cultura. Es una pena y un crimen a la vez que no se exploten esas riquezas, salvo en el caso de la Zona Colonial, que más fea y descuidada no puede estar.  Más penoso es que haya gente que de manera pública condene el uso de fondos para establecer y/o preservar museos, monumentos y demás con el alegato de que nadie visita esos lugares. Cuando aparece gente así, que habla de esa manera ante miles (o millones) de televidentes, sabemos que la cosa anda mal.

Es un error no darle cabida a la cultura dentro del plan estratégico nacional, pues no solo se corre el riesgo de olvidar la historia y repetir errores lamentables, sino que se pierde un importante activo que puede hacer mucho por promover al país y a la vez generarle más riquezas. Si no lo cree así, basta con ver el ejemplo de Europa, un continente eternamente asociado a la cultura y la historia. Si quiere un ejemplo más cercano, analice el caso de estados Unidos, donde la inmesa mayoría de sus estados, ciudades y pueblos tiene algún atractivo histórico o cultural conocido, preservado y mimado para beneficio de locales y extranjeros. 

Al leer este artículo habrá quien haya pensado que he sido injusta porque en los últimos tiempos se han inaugurado varios museos y se han realizado algunas iniciativas culturales dentro y fuera de Santo Domingo. Si bien todo eso es cierto, no es suficiente: prevalece el hecho de que no hay esa cultura aquí y prevalece el hecho de que no cuidamos nada. A modo de ejemplo está la Plaza de la Cultura, cuyas áreas verdes y calles aledañas lucen descuidadas, aún cuando es la sede del Teatro Nacional, la Biblioteca Nacional (en proceso de remodelación) y varios museos. Y también está el ejemplo del Palacio de Bellas Artes, un edificio precioso de líneas neoclásicas y que por años estuvo abandonado.

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