"Más vale caer en gracia que ser gracioso", dice un refrán, y más cierto no puede ser. Ejemplos de este refrán en acción abundan en el día a día, desde el hermanito que se convierte en el favorito de la familia hasta la fea que tiene a los hombres rendidos a sus pies. Cualquiera se pregunta cuál es el secreto del magnetismo de esa gente, sobre todo cuando a simple vista no tienen nada que los distinga sobre el resto. ¿Será el trato? ¿La actitud? ¿Carisma? La verdad, no se sabe.
A veces nos encontramos analizando situaciones que no hacen sentido. En los trabajos suele darse un caso que ha sido ampliamente documentado y discutido y que tiene que ver con la paradoja de que a quien hace el trabajo duro y bien raras veces se le reconoce su esfuerzo. Por un asunto que podemos llamar "ley del pendejo" siempre aparece gente que está dispuesta a hacer la menor cantidad de trabajo y llevarse el máximo crédito, a costa de otros.
Esta especie abunda en los trabajos y en cualquier lugar donde se requiera hacer algún trabajo conjunto. El verdadero trabajo en equipo raras veces ocurre en la vida real, ese idealismo generalmente queda solo en libros y tratados sobre el tema. Si no lo cree así, tan solo póngase a obsevar la dinámica de trabajo próxima vez que lo asignen a un grupo, ya sea de estudios o de carácter laboral. Casi siempre habrá uno o dos miembros que se preocuparán de que las cosas salgan bien y a tiempo. El resto del equipo, fiel al efecto Ringelmann, estará ahí prácticamente de adorno.
A la hora de la evaluación difícilmente se tome en cuenta que la mayoría del trabajo fue realizado por A y B, pues se supone que se mide el esfuerzo conjunto, no el individual. Para colmo, es posible que el responsable del trabajo no sean ni A ni B, sino C, cuya contribución fue de nula a mínima. Quizás se pregunten por qué C fue designado como responsable, si A y B resultan mejores opciones. La respuesta es sencilla: C cayó en gracia, vaya usted a saber por qué. Los otros, aunque sean superiores en técnicas, conocimientos y demás, no pintan ni pajarito.
Y ahí queda descifrado por qué es mejor caer en gracia que ser gracioso. Dicen que la vida es injusta, y este tipo de situaciones parece justificar eso.
no te sigas quejando por eso, recuerda que tu eres un cerebro. tu diriges a ti no te dirigen :)
ResponderEliminarHola! Si bien es válido el comentario, debi aclarar que este post no refleja una situación actual por la que esté pasando yo, sino que refleja una realidad general y típica de la mayoría de los sitios de trabajo.
ResponderEliminarTIENE MUCHA RAZÓN ROCÍO. USTED ESCRIBE LA REALIDAD DE LO QUE PASA TANTO LABORAL COMO ACADÉMICA. LA FELICITO POR SU BLOG.
ResponderEliminarSALUDOS