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La estupidez humana es una cosa de antología, y si bien es cierto que puediera parecer una exageración, lamentablemente no lo es. Todos los días aparece una evidencia nueva de esa estupidez que permea al mundo y de la que no se salva nadie, ni siquiera los niños que apenas empiezan a aprender a leer. Es una pena, pero a la vez una realidad irrefutable, que estamos destinados a vivir en una burbuja de estupidez permanente.
Hay muchas formas de ser estúpido. Algunas son inofensivas y hasta pudieran parecer graciosas. Hay otras que tienen consecuencias más graves y otras más tienen una explicación médica, ya sea por retrasos en el desarrollo o como consecuencia de algún accidente. En estos últimos casos la "estupidez" pasa a ser otra cosa porque ya no es fruto de la falta de uso de materia gris porque se quiera, sino porque no se puede.
Los otros casos, sin embargo, son una cosa terriblemente absurda porque la causa directa es que la mayoría de las personas no piensa. Ejemplos abundan, desde los locos que ponen su vida en peligro siguiendo modas tan absurdas como el planking hasta aquellos que por presión de grupo se ponen a beber y a consumir drogas sin control. Aún cuando haya estudios que sugieran que las adicciones vienen determinadas por ciertos genes, una cosa es cierta: si la gente lo pensara dos veces probablemente no se metiera en ese lío.
Hay un tipo de estupidez que es aún más grave porque hace pasar vergüenza y puede tener consecuencias que van más allá del estúpido y su entorno. Me refiero a gente que en esta época de dispositivos conectados, de teléfonos con cámaras súper poderosas, grabadoras ocultas y toda clase de facilidades tecnológicas todavía tiene la desfachatez de hacer lo mal hecho, de ser indiscreto, y pensar que se puede salir con la suya.
Ahora más que nunca la gente debería abstenerse de hacer cosas indebidas porque cualquiera tiene en sus manos los medios de exponer la verdad y armar un escándalo de proporciones mayúsculas, según los elementos involucrados. Ahora mismo todo el que copia material ajeno no tarda en ser desenmascarado, de la misma forma que aquellos que engañan -ya sea a la pareja, al empleador o a la familia- son agarrados tarde o temprano, sin importar el tipo de engaño.
¿Moraleja? Está clarísimo: haga las cosas bien, porque virtualmente todos estamos al acecho. Pero además, piense antes de actuar, que eso no cuesta nada y es una habilidad que todos tenemos.
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