Imagen: shanzai.com
Con tanta tecnología a la mano, hay que decir una cosa que muchos se empeñan en ignorar: la privacidad es cosa del pasado. Primero fue la llegada de los celulares con cámara integrada, que pronto se convirtieron en una amenaza en las manos de bromistas y en fuente de preocupación para quienes hacen cosas mal hechas. Casi al mismo tiempo llegaron los sistemas de posicionamiento global o GPS, una forma rápida de hacer saber el paradero de cada cual.
Si bien cada uno de estos extras tiene su utilidad en momentos específicos, de más está decir que esta utilidad muchas veces se traduce en una violación a la privacidad, sobre todo cuando se no se les da el uso más adecuado.
Luego de las cámaras y el GPS llegó el boom de las redes sociales. La gente empezó a usar sus teléfonos para tomarse fotos en los más variados ambientes con la finalidad de compartirlas de inmediato a través del Facebook, Twitter y demás sitios afines.
De los peligros de sobreexponer la vida privada a través de redes sociales se ha hablado hasta la saciedad, pero la gente insiste en contar todo por ahí, desde el incidente que tuvo en el trabajo hasta el desempeño que han tenido sus hijos en las clases de artes marciales.
En redes sociales cada persona maneja su privacidad a su antojo. La cosa es más grave cuando los celulares también se convierten en fuente de información de carácter privado, sin el consentimiento del usuario, tal como ha ocurrido con equipos de Apple y Google, dos compañías que llevan dos semanas bajo fuego por este asunto.
El primer escándalo fue con Apple, pues dos investigadores birtánicos descubrieron que los iPhones y los iPads guardan un registro de la ubicación de sus usuarios de hasta un año que incluye las coordenadas y la hora. Ver esta información es relativamente fácil, para colmo, se crea una copia de la misma cuando se sincronizan estos equipos con una PC.
Tener acceso a esta información tiene muchas implicaciones, desde determinar los hábitos de una persona para fines de marketing hasta usarla en su contra. Aún cuando Apple inicialmente negó las acusaciones, salió a relucir que en 2009 la compañía había registrado una patente que permitiría crear una especie de diario de actividades de los usuarios de iPhone, con un registro detallado de la ubicación, la hora, conversaciones, fotografías tomadas e incluso transacciones financieras.
En vista del escándalo, Apple se apresuró en sacar una actualización del software que impide retener esa información por más de siete días, pero ello no ha sido suficiente para acallar a los críticos, quienes condenan que Apple estuviese guardando esa información sin siquiera informarlo a sus usuarios.
Con Android pasa lo mismo, y por eso ambas compañías se han visto forzadas a comparecer en esta semana ante un subcomité senatorial en Estados Unidos que versa sobre asuntos de privacidad y tecnología.
Como va la cosa, difícilmente volvamos a disfrutar de la privacidad que tanto valoramos. Lo único que nos queda por hacer es cuidar la forma, evitar extraviar los teléfonos y ser celoso de quienes usan nuestros equipos. Desafortunadamente, no es tan fácil.
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