Navidad. La época perfecta para conectar con familiares lejanos, reencontrarse con viejas amistades e intercambiar regalos, todo en un ambiente que tiende a ser festivo y que trae su par de sorpresitas dependiendo de las circunstancias.
Aparte de las discusiones y chismes que suelen surgir cuando se juntan grupos grandes de personas, sobre todo si son familiares y si se tienen tanta confianza que es como si fueran familia, una de las principales fuentes de sorpresas en esos canes navideños son precisamente los regalos. ¿Por qué? Pues muy sencillo: mientras hay gente que se toma su tiempo en seleccionar un regalo adecuado, funcional, que vaya acorde al receptor del mismo, hay otros que compran la primera cosa que encuentren, sin importar lo poco práctico o inadecuado que resulte.
El resultado de esta falta de consideración y tacto al comprar un regalo es que a la hora de hacer el intercambio generalmente una de las partes queda muy complacida, mientras que la otra se queda refunfuñando internamente y haciendo su mejor esfuerzo porque no se note su descontento.
Ejemplos de esta situación abundan, y estoy segura que a ustedes, mis lectores, les ha pasado. Hacen un regalo que vale la pena, que fue seleccionado con cuidado para esa persona a la que quieren agradar. A cambio de ese esfuerzo, reciben entonces un regalo que en el mejor de los casos es indescriptible por lo inútil/feo/impráctico/poco elegante que es.
Regalar es un arte. Hay gente que piensa que basta con aparecerse a la actividad con un regalo para que no digan. Hay otros que piensan que el valor del regalo es directamente proporcional al dinero gastado en el mismo. Ambas posturas son un error. A veces se gasta un buen dinero en un regalo que para nada satisface a quien lo recibe, mientras que otras veces se gasta poco pero el receptor queda sumamente complacido. Es un asunto de saber buscar un equilibrio entre los gustos de la persona a quien se hará el regalo, elegancia, presentación y funcionalidad.
Hay gente que sufre de hacer regalos en serie. Año tras año regalan lo mismo: toallas bordadas, detalles personalizados, pañuelos, por solo poner algunos ejemplos. Estas personas no se dan cuenta de que no solo aburren con lo mismo, sino que crean un problema al que recibe esos regalos porque probablemente ya no tiene sitio donde arrumbar esas cosas, a las que probablemente no les da uso tampoco.
Repito, regalar es un arte. La situación descrita aquí ocurre no solo en Navidad, sino el año entero: cumpleaños, aniversarios, reuniones especiales y en cualquier otra ocasión social que surja y que amerite un intercambio de regalos.
Para algunos la solución más sencilla es dejar de hacer regalos, lo cual les permitiría ahorrarse ese dinero de paso. Sin embargo, en algunas instancias, eso no se ve bien, por tanto lo que procede es tomarse el tiempo necesario al comprar un regalo y asesorarse en caso de dudas. Eso, o nos metemos todos a charlatanes y dejamos eso así.
Lo mejor es cuando dicen que lo compraron porque se parece a tu estilo y resulta que están a 5 años luz de la realidad.
ResponderEliminarBluelily
A veces hay mucha hipocresía detrás de un regalo.
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