Foto: Blog En Xclusiva |
Manejar en RD es una experiencia llena de tapones y tensión, donde hay que lidiar con choferes de concho que se paran en cualquier esquina, motoristas que cogen por cualquier trillito, inclusive en vía contraria, con tal de avanzar, conductores que medalaganariamente se paran en medio de la calle a comprar algo y peatones que no tienen idea de como cruzar calles y avenidas. En medio de todo este caos hay que tomar en cuenta semáforos dañados, hoyos en el pavimento, obstáculos variados y agentes de AMET que son más decorativos que otra cosa.
Cualquiera que viva en el país sabe que el párrafo anterior describe de manera muy certera la experiencia de manejar, sea en Santo Domingo, Santiago, Higüey o cualquier otra ciudad. También se sabe que por una combinación de basura suelta que tapa los filtrantes, negligencia de las autoridades y falta de modales de la población se hace casi imposible transitar cuando llueve mucho.
El desorden en el tránsito es tan solo uno de los varios desórdenes con los que convivimos los dominicanos desde hace tiempo, sin embargo, es quizás el más emblemático de todos porque está a la vista 24 horas al día.
Las violaciones a las leyes de tránsito no tienen hora: ocurren mañana, tarde y noche, y eso incluye las madrugadas. La gente no lo piensa dos veces a la hora de interrumpir el tránsito para comprar chucherías en la calle o para volarse un semáforo en rojo o para colársele al que está esperando un cambio de luz porque no quiere estar tan atrás en la fila.
Aquí la gente desconoce lo que es una preferencia, hace caso omiso a la línea del peatón y a las señales viales del tipo PARE, NO DOBLAR y NO ESTACIONE. En efecto, a la gente le encanta estacionarse justo donde no debe, muchas veces a la vista de agentes de AMET que se hacen de la vista gorda. Y hablando de AMETs, ¿cómo es que están siempre dirigiendo el tránsito en lugares donde hay semáforos en funcionamiento? ¿No sería más lógico que estén donde no haya ese mecanismo?
Un fenómeno interesante en medio de todo este caos es que la gente que está en falta a menudo reacciona molesta cuando le tocan bocina o le llaman la atención por sus barrabasadas. Es como si creyeran que les asiste un derecho especial de hacer lo que les de la gana, sin importar las consecuencias para los demás. Así vemos como hay gente que se para en medio de la calle, en doble fila, a esperar gente. Vemos conductores que en plena vía se ponen a conversar con el conductor de al lado. Vemos gente que está saliendo de establecimientos y que pretende meterse a la mala en la avenia, aunque no le toque en ese momento.
También vemos gente, como el conductor del vehículo placa GO38429, que se pone a comprar sombreros (feísimos, dicho sea de paso) y que impide el paso de los demás, haciendo caso omiso al festival de bocinas de otros conductores que desean seguir su camino y contribuyendo a un tapón.
En fin, se ve de todo: gente que se duerme en los semáforos y que no arranca cuando debe, gente que se pasa olímpicamente en rojo, gente que coge calles en vía contraria para ahorrarse una vuelta (y buscarle un problema a otros), gente que se estaciona a la entrada de edificios y casas, gente que se parquea encima de las aceras y áreas verdes, gente que dobla a la izquierda desde el carril derecho y un larguísimo etcétera que parece infinito a veces.
La pregunta clave: ¿hasta cuándo estaremos soportando esta situación? Es hora de que se ponga el orden en el tránsito y en otras áreas.
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