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El mal servicio, lo mismo que la falta de calidad, es una plaga que permea casi todo en estos tiempos. Ya sea por causa de problemas personales, porque el lugar donde se trabaja no ofrece las mejores condiciones o simplemente porque no hay una formación adecuada, las quejas relativas a mal servicio, ya sea cara a cara o impersonal, parecen multiplicarse con cada día que pasa. Igualmente ocurre con la calidad, un concepto que a través del tiempo se ha diluido tanto que ya resulta algo extraordinario.
Ejemplos de mal servicio y mala calidad abundan, desde la nevera que se compró y que al par de meses empieza a oxidarse hasta la salonista que por cobrar comisiones vende cualquier producto a sus clientes, sin averiguar si le va o no a su pelo. En ambos casos hay un patrón: no se puso atención a la calidad ni se trabajó con delicadeza. Simplemente hay un interés de cobrar un dinero, y al cliente que resuelva por su cuenta cualquier inconveniente que surja.
A veces la gente que está al frente de un negocio y que ofrece servicios se olvida de algo fundamental: los clientes son la razón de ser de ese negocio, y si bien ha pasado de moda aquello de que el cliente siempre tiene la razón, no es menos cierto que el trato adecuado y puntual hace maravillas para retener y aumentar la cantidad de clientes y contribuir de paso a las utilidades de la empresa.
Una situación común que se da cuando se contratan servicios es que quien los ofrece acepta gustosamente los pagos que eso genera, pero no responde con la misma rapidez cuando surgen inconvenientes. Para un cliente no hay nada más desagradable que tener una situación, notificarla al responsable y que este se tome su tiempo para responder, que puede ser par de horas o incluso par de días, dependiendo del caso. Si responder tarde es malo, peor es cuando la respuesta denota falta de conocimiento o huele a cuento.
Las situaciones descritas aquí son imperdonables e inaceptables, sin embargo, ocurren cada día, en todas partes. Parte del problema es que pocas personas se atreven a exigir sus derechos con firmeza, y esos que sí se atreven a menudo son señalados como necios. Por eso es que estamos a merced de mal servicio y mala calidad.
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