Manejar en este país se ha convertido en una amenaza gracias a las imprudencias que cometen choferes y peatones por igual. Accidentes como aquel en que se vio envuelto Jaime David Fernández deben ser motivo de fuertes pesadillas, pues aunque no es el culpable directo, pesa en la conciencia en el hecho de que una persona murió en esas circunstancias.
Pararse de improviso es algo que sucede con muchas frecuencia en las calles de este país, ya sea porque se trata de un carro de concho que va a recoger pasajeros (aunque el letrero diga "NO PASAJEROS"), porque alguien decidió cruzar la calle aunque no le correspondía o simplemente porque al de alante le dio la gana de pararse en lo que decide cual ruta toma.
En materia de tránsito, son muchas las violaciones a la ley: gente que toma ciertas avenidas en vía contraria, carros que ocupan dos carriles, yipetas y patanas que le cortan el paso sorpresivamente, voladoras y carros de concho que se paran en seco, provocando una reacción en cadena la mayoría de las veces. Gente que se cruza en rojo, imprudentes que pasan volando por las intersecciones, graciosos que se parquean en doble fila, conductores que convierten de 4 carriles una avenida de tres. Todo eso se ve a diario.
Igualmente, peatones que piensan que andan caminando por el patio de su casa, otros que aún viendo que los vehículos vienen rápido se aventuran a cruzar la calle, provocando frenazos peligrosos. Si a esto agregamos hoyos, basura y oscuridad, tenemos la receta perfecta para el infierno que conocemos al dedillo los dominicanos.
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