¿Eres de los que ve el vaso medio lleno o medio vacío? Hay 700 teorías por ahí que hablan de las bondades de mantener una actitud optimista frente a las adversidades, y si bien es cierto que se funciona mejor bajo este esquema, no está de más preguntarse en que punto deja de ser válido para convertirse en un handicap.
Optimistas empedernidos verán esta pregunta y seguro fruncirán el ceño en desaprobación, mientras que otro bando, el de los pesimistas sin remedio, se sentirá validado en cada una de sus preocupaciones. En efecto, ¿hasta qué punto es saludable el optimismo? ¿Es posible ser demasiado optimista? ¿Hay riesgos asociados a ser excesivamente optimista?
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Como siempre, estas preguntas son subjetivas y tienen respuestas que varían según el caso. Una dosis de optimismo siempre será mejor a pensar que se acaba el mundo, sobre todo si nos llevamos de aquel viejo cliché de que "la esperanza es lo último que se pierde". Ahora bien, hay que saber discernir entre optimismo saludable y aquel que puede resultar en desengaño e ilusión.
Hay situaciones en que ninguna cantidad de optimismo o esperanza va a revertir un resultado inevitable, por nefasto o desagradable que pueda ser. En estos casos vale más ser realistas y no tratar de revestir la situación con un falso optimismo que a nadie hará bien alguno. Hay por igual gente que cree que teniendo pensamientos positivos va a obtener algún resultado solo porque sí, porque así está escrito en el destino. ERROR. En esta vida todo se logra con trabajo y esfuerzo, no por espontaneidad.
Podemos concluir diciendo que sí, es posible ser demasiado optimista en ocasiones y ello a su vez acarrea riesgos. Hay ocasiones en que vale más ser pesimista que optimista, y la razón es sencilla: si esperas el peor escenario posible y las cosas resultan mejores de ahí, es probable que te sientas aliviado o hasta bien. Si salen mal, ya estabas mentalmente preparado. Si por el contrario esperabas ilusamente el mejor escenario y se dio lo opuesto, OUCH. Eso DUELE, y el efecto suele ser duradero.
Por supuesto, no es que hay que andar esperando lo peor en cada momento, pero hay que ser cautelosos con el optimismo. No siempre es el mejor curso de acción.
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