Todos los días se aprende algo nuevo, sobre todo
en lo que tiene que ver con el arte de lidiar con gente. La gente con la que
nos topamos e interactuamos de manera directa e indirecta nunca va a ser como
nosotros por la sencilla razón de la individualidad, que cada quien obtiene
experiencias y aprendizajes que difieren del resto.
Así, por ejemplo, nos topamos con gente
bondadosa, alegre, triste, furiosa, deprimida, tacaña, firme, débil, y un largo
etcétera. Para lidiar con tantos tipos distintos de gente se requiere de un
grado de paciencia y tolerancia de la que muchos carecemos.
La gente no parece darse cuenta de cómo molesta o
inoportuna a otros con actitudes que para ellos son perfectamente normales, mas
no para el resto. Hay gente que es quisquillosa, que a todo le encuentra un
problema y que solo se siente bien cuando lo expresa. Otros prefieren sufrir en
silencio. En la mayoría de las situaciones de relaciones interpersonales no
parece haber consenso de punto medio en cuanto a actitudes aceptable o inaceptables:
por lo general las cosas se van a los extremos.
El principio de libertad de expresión nos
garantiza que en efecto tenemos libertad de expresar libermente nuestro
parecer. Libertad no significa libertinaje, y a veces debemos frenarnos un poco,
aún cuando tengamos la razón. Tristemente no es todo el mundo que aplica este
ejercicio de analizar lo que va a decir en público y es esto lo que da como
resultado enfrentamientos innecesarios e infructuosos, muchas veces entre gente
que ni siquiera se conoce.
¿Qué necesidad hay de estar insultando a otra
persona que no se conoce a través de un sitio como Facebook o Twitter? ¿Por qué
hay gente que tiene complejo de Dios y que piensa que su verdad es la única que
tiene validez? ¿Por qué hay gente que critica sin base? No hay respuesta única
a estas preguntas, solo la certeza de que estas situaciones pasan y son parte
del día a día. Las reacciones a las mismas van a variar de acuerdo al
individuo, que puede ser que actúe inteligentemente o impulsivamente.
Es una pregunta interesante la que surge aquí:
¿cómo lidiar mejor con estas situaciones? Una vez más, no hay respuesta única,
pero si algo aprendí hoy es que no se puede actuar impulsivamente, aún cuando
la ofensa sea tan grande que amerite una respuesta inmediata y no muy
agradable. A veces cometemos el error de caer justo donde quería nuestro
adversario y cedemos ante su presión. Esto es un error que puede salir muy
caro.
En mi penúltimo post, hablo sobre el trato y los roces que tenemos con los compañeros de trabajo, los cuales, como bien dices no saben o no se dan cuenta de cuanto molesta su actitud. Buen post
ResponderEliminarGracias Majarete, y perdona que no había activado tu comentario antes, es que he tenido dificultades con la conexión de internet, que es por igual la razón por la que no he vuelto a escribir.
ResponderEliminarMe habia extrañado que no salia el comentario, pero pensé que era por la pobre conexión de la internet.
ResponderEliminarHasta ahora era un misterio sobre quien era Rocio. No me imaginaba tan elegante, sólo pensaba que tu fuerte era tu inteligencia, pero también te acompaña la belleza. No siempre las mujerese tienen esa combinación. pero gracias a Dios fuiste bendecida.¡ Felicidades baby!
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