Semanas laborales de 48 horas. Derecho a obligar a la fuerza laboral a trabajar hasta las 10 de la noche y en fines de semana sin necesidad de pagar horas extras. Anulación de los beneficios en caso de muerte. Limitación de la cesantía a cuatro salarios cotizables que en total ascienden a poco más de 34 mil pesos. No remunerar la hora de almuerzo. Esto y más propone el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) a propósito de la venidera reforma del Código de Trabajo.
La acertada caricatura del editorial del 11 de febrero de El Nacional |
¿Es justo esto? Depende de quien lo diga. Obviamente la clase empresarial estaría feliz de que los complazcan en sus peticiones, porque así aumentan su margen de ganancias y reducen los costos asociados a contratación y tenencia de personal. Asimismo, en vez de contratar dos turnos en empresas donde haya esa necesidad, se mata la jornada con una sola tanda extendida a costa de empleados que vivirán explotados y que por un asunto de sobrevivencia se resistirán lo más que puedan al pataleo. Después de todo, para el CONEP y el grupo de empresas/empresarios que representa, los empleados no son gente, son esclavos.
Para los empleados, estas condiciones propuestas no son ni remotamente adecuadas. De por sí muchas empresas pretenden que sus empleados coman, duerman y hagan sus necesidades en el lugar de trabajo, obviándose que la gente tiene derecho a descanso, a diversión, a atender a su familia, a tener vida social y a resolver sus diligencias.
Si cada empresa decide eliminar el horario establecido de trabajo a favor de uno sin hora definida (dicen que hasta las 10 p.m., pero sabemos que eso fácilmente se extiende), entonces veremos a mucha gente que por falta de tiempo no podrá cuidar de su salud, que descuidará a su familia, que no podrá aprovechar su tiempo libre para aprender algo nuevo y, sobre todo, gente que no descansará plenamente y que por ende no rendirá en sus labores. Claro está, al CONEP nada de esto le importa, porque la idea siempre ha sido que el empleado es un esclavo sin derecho a reclamo.
Es lamentable como la clase empresarial dominicana demuestra una y otra vez que está conformada por una partida de dinosaurios sin remedio. Lo hemos visto con la cantaleta de las compras por Internet y ahora lo vemos, nuevamente, con el tema laboral, que cada cierto tiempo hace asomo.
Los empresarios no terminan de entender que los empleados son más sus aliados que sus enemigos, que sin ellos no pueden generar ni un centavo de sus ganancias. Tampoco entienden que en la medida en que los empleados están conformes y motivados hacen mejor trabajo, contribuyendo así a mayor productividad y quizás a mayores ganancias y beneficios. No logran entender que se necesita una relación balanceada entre empleador y empleado.
A pesar de que ellos mismos contribuyen a la situación con su voracidad y tratamiento injusto, se ve a los empresarios quejándose a cada rato de la "mala calidad" de la mano de obra dominicana en términos de formación y habilidades. Es cierto que hay una debilidad, pero no es menos cierto que hay gente preparada que al ver los sueldos irrisorios que ofrecen ciertos empleadores prefieren emprender proyectos personales o buscar alternativas fuera del país antes que emplearse en esas condiciones.
Los empresarios exigen mucho y dan muy poco. Según deja entrever la propuesta de CONEP, el chin que dan ahora también lo quieren reducir a su mínima expresión. ¿Y así se atreven a hablar de crecimiento, desarrollo y demás palabras de moda?
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