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Todos recibimos órdenes. A diario. Ya sea en la casa, en el centro de estudios o en el trabajo. Las órdenes son parte del día a día, un elemento esencial de nuestras vidas que ayuda precisamente a mantener un orden, por muy redundante que suene.
Lamentablemente, hay gente en esta vida que no sabe dar órdenes. Creen que diciendo cualquier cosa, solo por tener la autoridad dentro de una jerarquía, ya están haciendo su trabajo, y no es así.
¿Cuál es la forma correcta de dar una orden? Aunque no hay norma alguna establecida, hay un asunto de sentido común en todo esto:
- Lo primero es que debe empezarse por el principio: nada peor que empezar a dar una orden o instrucción empezando por el final. Esto tan sólo provoca retrasos y un montón de preguntas por parte del subordinado, quien probablemente termine haciendo las cosas mal por efecto de una mala comunicación.
- Lo segundo, establecer claramente el objetivo. Si se comunica de manera clara y precisa cuál es el resultado que se busca obtener con la orden que se está dando, lo más probable es que el personal a cargo de ejecutarla haga su mejor esfuerzo por cumplir con el objetivo.
- Lo tercero, establecer un tiempo prudente para completar la orden. Siempre se ha dicho que la gente suele tener un complejo de Superman y por ese motivo se creen capaces de completar proyectos complejos en cuestión de horas o días. El resultado es que se falla miserablemente. En el ámbito laboral, por falta de planificación muchas veces, no es raro toparse con tareas absurdas asignadas para ser finalizadas en cuestión de horas o días, presionándose así a un personal que de por sí está harto y que quizás no da abasto para la totalidad de las tareas.
- Lo cuarto, escuchar observaciones, opiniones y sugerencias. A veces el personal al que se le asignan las tareas está consciente de limitaciones imperantes o tiene ideas que ayudarían a aumentar la efectividad del proceso. No escuchar a la gente es un error muy común por aquello de que "el jefe siempre tiene la razón".
- Por último, involucrar a todas las personas que intervienen en el proceso y abrir canales de comunicación fluidos. Podemos dar una orden siguiendo estos pasos, pero si fallamos en establecer una línea de mando y comunicación constante, no estamos en nada.
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